Los tiempos aquellos en que el periodismo deportivo argentino se ocupaba centralmente de los problemas argentinos se encuentran cada vez más lejanos. Eran tiempos en que las tapas de los semanarios del deporte se nutrían de ciclistas, atletas, futbolistas, basquetbolistas, boxeadores (aún a costa de nuestro principio elemental de no considerarlo ya más un deporte) o cualquiera de las mujeres y hombres que andaba gestando hazañas, o soñando epopeyas en un estadio.

Resulta que en época de cuarentena, la mayorìa de los deportologos de esta parte del mundo se les ha dado por prestarle desmesurado interés…¡a la Bundesliga!

La excusa ha sido el atípico reinicio de la actividad en aquella parte del mundo, colmada de euros y de ciertos lujos que desatan envidias.

Una noticia, sin dudas. Pero indigna de tanto despliegue.

Que veamos unos minutos acerca de las medidas que deberán tomarse en las competencias para evitar contagios del coronavirus, no está mal. Pero de ahí a la saturación, ya basta.

Viernes, sábado y domingo de Bundesliga, es demasiado para un público que espera alguna vez que las cámaras de TV, los reportajes, las notas, las investigaciones de los y las periodistas argentinos se pongan en las olvidadas sedes de los clubes nacionales, los clubes de barrio,  las asociaciones y federaciones de los más diversos deportes y las casas de millones de deportistas que aguardan aquí, en la tierra de la celeste y blanca, que las cosas vayan de mejor en mejor.

Lo mismo les decimos a los esforzados cronistas y opinólogos de las pestes de hoy que se acuerdan de la Villa 31 o de los barrios colmados de barro y canillas sin agua de Retiro o de Barracas, cuando alguien ha muerto (a veces ni eso, a veces hay que esperar que los muertos sean varios para que la lucecita roja de la cámara se encienda).

La indignación por la situación en las villas de la Capital, sumada a la bronca por las muertes de Ramona y el Oso Giracoy de la villa 31, se parecen a la indignación por la falta de atención periodística a los otros deportes y a los otros deportistas. Los grandes ignorados. Aquellos sobre quienes nadie pregunta, ni manda un móvil o pide un video por whats app. En estas horas apenas se escucha alguna voz de los futbolistas del ascenso.

Así como en los canales se desperdicia tiempo y plata en el absurdo entretenimiento de paneles donde un bobo compite con otro bobo por decir más boberías de la insignifcante vida de las estrellas en sus palacios de cristal, la prensa deportiva se ocupa hasta el hartazgo de los millones de dólares de los Chicago Bulls, Jordan y replica los entretelones de una serie de TV que tiene de todo, pero que no debería importarnos. Ese mundo no es nuestro.

Y Jordan mucho menos. Más interesante es la serie Juego de Caballeros, donde al menos el origen del fútbol nos unifica en la mirada de la humildad y la dignidad de quienes arrancaron desde abajo.

Tema recomendado para estas ocasiones: la canción de Facundo Cabral, “Vuele bajo”. Sencilla como su letra, porque abajo está la verdad.