En la semana de los múltiples reconocimientos en los medios a Marcelo Zlotogwiazda, una vez más la gran prensa comercial mostró su doble rostro. Lloraron, aplaudieron y brindaron loas al periodista fallecido, pero nada de admitir “vamos a seguir su camino”. Es entonces cuando uno no les cree nada.

Zloto ha sido, en gran parte de su carrera, la imagen del otro periodismo. Aquel que –entre otras virtudes- tiene la generosidad y sapiencia para admitir que tenemos todos los días mucho para aprender de una verdad: que la verdad se gesta abajo.

Y no en los cocteles de las reuniones de IDEA.

Su pasión por el deporte estaba expresada en la devoción por el basquetbol, el atletismo y los asuntos del fútbol que no transitaban por el superprofesionalismo. Zloto le daba bola a los deportes y los/las deportistas que la sufren desde abajo.

Su camino en el periodismo lo llevó hasta el sereno momento de reconocer que había millones sin voz, y que su pequeño aporte a la democracia informativa debía darse con el ejemplo de abrir la pantalla a los pobres y por eso cedió parte de su programa a los/las periodistas villeros de La Garganta Poderosa.

Y lo hizo para que alguna vez, al menos una vez por semana, alguien prestara atención a todo aquello que sucede en los miles de lugares donde la cámara, el móvil, los medios no entran. Ni saben lo que pasa. Como bien se dijo en el Encuentro de Mujeres: “Nosotras vemos al deporte como una herramienta de lucha y de contención para nuestros pibes y pibas. Porque nos matan todos los días y es verdad que la cosa está jodida pero buscamos la manera de salir adelante (Ornella Martínez, Villa Fátima, en el taller silenciado de Mujeres y Deporte”. 

Reynaldo Sietacase en Infobae pudo retratarlo también con las imágenes de una práctica silenciosa del deporte: “Zloto era un runner de la vida. Predicó, con el ejemplo, que lo importante es la carrera no la meta. Llegar puede llegar cualquiera. El tema es el viaje, el cómo. Hace un par de meses, aunque acosado por la enfermedad, fue a Rosario a participar de la media maratón. Después de correr algo más de dos horas se lo veía entero y feliz”.

¿Y a dónde queremos ir con todo esto? A demostrar que cuando uno no sabe lo que ocurre abajo se transforma en el peor periodista de todos. Aquel que no escucha al pueblo, al verdadero pueblo mayoritario. No vamos a ser mejores periodistas hablando de River-Boca, ni de Messi y el Barcelona, por más buena información que tengamos. Vamos a ser mejores periodistas deportivas conociendo que hay y qué no hay en el deporte en los barrios, los clubes, las escuelas y en los territorios del vivir cotidiano.

Es así como los periodistas encumbrados se sorprenden con los gritos violentos de protesta de los pueblos como el ecuatoriano, o el chileno, o el catalán. Claro, ¿qué iban a saber de ellos y ellas, de sus necesidades y sufrimientos, si nunca les prestaron atención?

¿Qué saben de la verdad del deporte? Si nunca escucharon el reclamo de la semana pasada de Camila Arguelles la mejor tenismesista del país, integrante del movimiento Deportistas Argentinas, que agrupa deportistas feministas y que denunció: “la falta de reconocimiento, de visibilidad y financiamiento: tenemos menos apoyo económico. La mayoría de las personas que están en las dirigencias son hombres, si no hay mujeres no hay voz. Los hombres a veces no se dan cuenta de eso, no es por maldad… este mensaje para toda la sociedad, para que se mejore el deporte femenino y crezca. Sacando el hockey sobre césped y ahora el fútbol que se volvió profesional, las mujeres en el deporte estamos muy discriminadas”.

Las estrellas del firmamento periodístico deportivo, quieren que el deporte huela sólo a superclásico. Que poco saben.

Por eso Zloto, como tantas otras y otros, fueron y son tan distintos. Tan mejores. Aunque se acuerden de ellos, y de ellas, a la hora de las necrológicas. Un ratito, nada más.