Miles de periodistas deportivos en la Argentina, mujeres y hombres, se desviven por decir algo sobre el nuevo trabajo de Maradona.

Sobre el mismo tema, ya hay división. Y en uno de los lotes, futuros vanidosos que se jactan de algo que aún no ocurrió: “el tiempo me dará la razón”, señalan los periodistas con abundancia verbal acerca de los resultados que acaparará Gimnasia y Esgrima La Plata.

Bienaventurados ellas y ellos, que nacieron con el don de la adivinación, de la certeza eterna, de las bolas de cristal.

Son quienes ven el futuro.

Sin ver el pasado.

El pasado no los convoca, no los conmueve. Ni siquiera los invita a la lectura o a la curiosidad por saber lo mal que nos va cuando no tenemos memoria.

Ya es sabida nuestra posición sobre entrenadores y demás asuntos de la conducción futbolera. Hemos reducido a la mínima expresión el porcentaje de incidencia de un DT en un campo de juego. Porque estamos seguros, y nos sometemos a la maravilla del chequeo, que la historia del buen fútbol se escribió con los pinceles y brochas de los futbolistas y no de los técnicos, por ejemplo, el pincel zurdo de Diego Armando Maradona.

Entonces es que a esta columna le preocupan otras cosas. Y entre esas cosas, la conciencia de los protagonistas deportivos, que incluyen, por relaciones colaterales a los y las periodistas deportivos.

Muy entretenidos en estas cuestiones de la vida cotidiana platense (al menos de la vida de una mitad de la bella ciudad de las diagonales) pero muy descuidados en los asuntos pendientes que, como aquella tragedia de 1979 y su 40 aniversario, suelen herir mucho más.

Septiembre siempre marca, no la primavera, sino el invierno más oscuro, frío y doloroso del periodismo deportivo argentino. Cuando en 1979 los miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA pisaban la Argentina, con algo de demora y falta de ímpetu, para comprobar si las miles de denuncias sobre desapariciones, secuestros, torturas, campos de concentración, asesinatos, eran ciertas.

Para tapar esa visita, el aparato mediático de la dictadura, se apoyó en la prensa deportiva de entonces. Y en los medios hegemónicos de aquellos años de horror, que más o menos son los mismos de hoy.

Por entonces pretendieron usar a la Selección Juvenil que dirigía César Luis Menotti y que tenía a Maradona como diez sublime.

Había que distraer, había que mentir. Y la prensa deportiva de la primera línea, distrajo y mintió.

Aquellos son los momentos que la prensa deportiva actual debe rememorar para jamás repetir. Hace unas horas, la pluma de Gustavo Veiga hizo lo suyo en la contratapa de Página 12, para que al menos unos cuantos lectores sepan de la añeja multiplicación de complicidades que el relator de radio Rivadavia José María Muñoz y otros y otros llevaron adelante.

Cientos de deportistas secuestrados y desaparecidos, todos ellos militantes, piden memoria y Justicia, 

Ojalá que la palabra de Maradona y el imán de su presencia en los medios, sirva, entre otras cosas, para que las y los jóvenes periodistas se arrimen a la historia. 

Aprenderán, por cierto, y si bucean un poco, que Diego sí tiene un referente en el fútbol, al que siempre admiró, reconoció, saludó, aunque su nombre esté en el olvido de tantos y tantas: el ex capitanazo de la Selección Nacional, Jorge Carracosa.

A quien apodaban el Lobo. Como a Gimnasia.

Ahora, a los archivos.