En su afán de encontrar explicaciones “de apuro” los periodistas deportivos suelen recurrir a los viejos vicios de la prensa del siglo XX.

Y así, en el momento de los desaciertos de los equipos mal llamados “chicos”, echaban mano al recurso de adjudicar una derrota ante los grandes a la falta de roce, a las diferencias de los potenciales individuales, al valor de los planteles, al peso de la camiseta, al mayor número de futbolistas con que cuenta cada entrenador.

Es cierto que algunos aún lo hacen, pero han debido rendirse ante la evidencia notoria.

Y por eso naufragan cuando no saben cómo justificar los buenos resultados y el mejor juego aún del Halcón de Varela.

El domingo por la noche Defensa y Justicia le hizo la vida imposible a Boca. No le ganó, pero lo peloteó hasta el cansancio.

“Injusticia” eligieron en Clarín Deportivo para graficar el resultado del partido. “Dominado, inexpresivo”, dijo La Nación del Boca ganador. Otros (Crónica y Popular) más inclinados al “efectivismo” optaron por destacar el triunfo de Boca, porque sí.

Lo cierto es que en el desarrollo de  comentarios, como en la transmisión de TV o algunos análisis por radio, la mayoría de los periodistas no dejó de hablar bien del equipo que ya tiene el mérito de animar éste y otros torneos.

Pero en definitiva, ¿qué hace que Defensa y Justicia se encuentre en el lugar que se encuentra y le da pelea sin más a los equipos que la prensa siempre trata de favoritos?  

Este cronista, hincha de un equipo al que suelen ubicar en la maldita categoría de los despreciables (soy de Chaca), desde un tiempo atrás prefiere inclinarse ante la evidencia de teorías más propias, argentinas y más elaboradas acerca del buen momento que, de tanto en tanto, les toca a los de abajo.

En primer lugar Defensa y Justicia juega muy bien, ¿o ahora nos vamos a engañar? ¿Vieron cuántos pases correctos dieron el domingo ante Boca? ¿Y cuántos en el campeonato? ¿Vieron lo que juega ese mediocampo de Blanco, Miranda y Rojas?

Pues bien, a esta explicación que sintetiza el viejo adagio que defendemos con sangre (“Quien juega mejor, siempre a la larga se impone”), agregaremos otra que sirve como desprecio a las teorías europeas (y tomadas por algún nabo nacional) que amparan la visión simplista “rico vence siempre al pobre”. Así justifican que los equipos con más billetera resultan siempre los dueños de las Copas.

Eso podrá ser en otras partes del mundo, aquí en la Argentina, como en otros sitios del planeta, las cosas no se subordinan tan fácil. O quizás seamos la excepción que confirma la regla.

Lo cierto es que por cuestiones sociológicas, de espíritu, de tradición, de historia, de origen, de rebeldía, o de lo que cuerno sea, en la Argentina los que menos tienen nunca se rinden y dan combate. Hacen honor a siglos de resistencia en las calles y puertas para adentro. Y entonces en el fútbol, por ejemplo, tenemos el orgullo de saber que no sólo los grandes estarán en los primeros puestos siempre. Y que a la billetera se la mata con otras cuestiones. Algo así como la dignidad en la lucha de los explotados. He ahí la clave de este detalle de argentinidad.

Por algo el DT Beccacece dijo después de la derrota: “Boca parecía un equipo pequeño y nosotros un grande”.

Mire usted los cinco primeros de la tabla. ¿No le da la sensación de tener algo de equidad?

¿Le suena absurda la teoría?

Puede ser. A nosotros de a ratos también. Pero nuestras columnas de los finales de los últimos torneos así lo confirman.

Y además, que bien nos viene para explicar a este Defensa y Justicia, que ya es campeón. Digan lo que digan.