Si un jugador de fútbol, un basquetbolista, un entrenador o un árbitro se equivocan, los periodistas deportivos somos implacables. Sumergimos su nombre en los mares del oprobio y le recordaremos , casi de por vida, aquel pésimo desempeño.

A quienes merodeamos con mayor asiduidad la prensa escrita nos persigue un beneficio: cual ángeles de la guarda, las y los correctores aletean sobre nuestros errores y nuestros excesos y, talento en mano, hacen de nuestros mamarrachos escritos legibles.

Algo así como si al lado del campo de juego, un imaginario Salvador, se acercase a la oreja de un arquero y le susurrarse para que costado debería lanzarse en el próximo ataque del rival.

Gente muy especial la de corrección. Sobre todo cuando los cierres asfixian, y en el último trago de una crónica o de un comentario, como buenos devotos de la literatura, detectan el barbarismo y auxilian a los periodistas con una pasión y un estilo dignos del Nobel.

Pero hay a quienes les arrancaron esos ángeles. Son los periodistas del diario Clarín, a quienes la empresa les fulminó la sección Corrección en noviembre de 2000. Una treintena de correctoras/es fueron despedidos en una de las mayores “masacres laborales” de todos los tiempos. Clarín eliminó toda la sección corrección.

Para los “autores intelectuales” de aquella barbarie, los tiempos modernos que se avecinaban no justificaban la existencia de la corrección. Pensaban que las máquinas reemplazarían a las mujeres y a los hombres. Así les fue.

Días atrás, el título que usted observa en la foto, salió en el diario de mayor circulación.

Un poco más, y en las famosas letras de molde. Una macana en el título equivale a mil macanas en el texto.

“Para el mercado europeo Messi no figura está entre los cinco más cotizados”, reza el asunto. ¿en qué quedamos diría el lector? Un traspié equivalente a cuando un futbolista juega mal.

Habrá quienes restarán importancia a estas cuestiones. Triste es admitir que suceden de a miles todos los días y el porcentaje más alto se verifica en los artículos, comentarios y reportajes de los medios ligados a Clarín. Nombres mal escritos, datos mal colocados, cifras que no corresponden. Palabras inexistentes.

La prensa escrita – se sabe- es el mayor soporte organizador de la información en la Argentina. Miles de programas de radio y de TV “ordenan” su agenda con el diario en la mano o sobre la mesa de trabajo. En especial los medios informativos de la mañana. Y desde allí también se disparan los millones de envíos por las redes sociales en muchos casos simplemente con la foto de la página del diario.

Esta acumulación de torpezas que les cae a las multitudes, es la que genera otra vía por donde se canalizan los serios problemas de comunicación: desde falsas noticias hasta retratos indebidos de la realidad. No es menor la importancia de la corrección, y así como se crítica a un delantero por su ineficacia durante algunas semanas, o por patear desviado en un mano a mano, o a un DT se le adjudica culpa extrema al realizar un cambio, los periodistas tendríamos que contar con un buen señalador público que indique a los cuatro vientos cuántas macanas de las chicas y grandes nos mandamos por día.

Los deportistas estarían muy agradecidos de contar con un ránking de “cometedores de errores”. Así la impiedad absurda de quienes juzgan a los deportistas, se convertiría en algo más terrenal.

Porque errar es humano. Y corregir es, un poco divino.