Insaciables, y al mismo tiempo brumosos e incomprensibles, una mayoría de periodistas deportivos analizan a la Selección cual si fuésemos una potencia o semipotencia en el mundo del fútbol. O, lo que es peor, sin la humildad que se precisa en estos momentos.

“Fallaron los históricos, casi en simultáneo. Y colapsó la Selección”. Ese fue el título y el eje de la crítica de Clarín luego de la derrota 1-0 ante Brasil.

Esta facilidad para la daga, una característica habitual entre los analistas de partidos (alguna vez nuestro colega Matías Martin definió a los comentaristas de fútbol sencillamente como “ladris”), lleva una malintencionada votación acerca de los componentes del seleccionado argentino. Algo así como váyanse lo de más de 30 o los que jugaron dos Mundiales. ¿Por qué se la agarran con los históricos o a quiénes llaman los históricos?, nadie lo sabe…

Nuestra Selección Mayor hace rato que es un equipo en camino. En construcción. Como siempre, depende de sus talentos. Y no estamos precisamente en una época de abundancia de supertalentos.

Debemos conformarnos con admitir que, por el momento, tenemos lo que tenemos. Los lejanos tiempos de la superabundancia de estrellas se consumen en el recuerdo de las épocas en que al fútbol se jugaba de otra manera.

“La Selección ha muerto” sentenció Ernesto Cherquis Bialo el 14 de octubre en Infobae para luego completar la idea: “La selección nacional que se encuentra cumpliendo esta gira por Arabia Saudita y que jugará en la ciudad de Yeda el martes contra Brasil no existe como proyecto. Sólo cumplirá con lo firmado para generar unos recursos económicos, pero en detrimento de un prestigio que bajo el imperio de estos dirigentes habrá de devaluarse”.

No creemos en esta idea. Pretender que a una Selección se la juzga por unos amistosos o que el pecado central es ir a generar recursos económicos, sería simplificar cuestiones que nada tienen que ver con el fútbol que se juega y con los jugadores que tenemos.

Así como un extraordinario futbolista (se llame Maradona o Messi) levanta a un equipo y lo hace jugar mejor ( y si tuviésemos dos al mismo tiempo, la orquesta brillaría), cuando los virtuosos escasean nos queda la solidaridad y el entendimiento dentro de la cancha.

Eso lleva tiempo. Y no depende de un entrenador, se llame como se llame.

La repetida y cansadora saña de Fernando Niembro contra Messi, reclamando que el diez de Barcelona juegue hoy todos los partidos de la Selección y si no que se vaya, no es otra cosa que el veneno de un tipo que nunca entendió a los futbolistas y pretende que el cansancio, el agotamiento, o las simples ganas de apartarse un rato de ciertas cosas, desaparezcan de la tierra porque un enjuiciado periodista como él lo diga.

Quienes pretenden una Selección a lo alemana, a lo francesa, o a lo vaya a saber uno qué, pueden ir alistando el pasaporte hacia otras tierras.

Aquí todo es más sencillo, y debemos arreglarnos con lo que hay.

Lo que falta es humildad, algo que el periodismo ni tiene ni puede prestar.