Al fin no le vamos a echar la culpa de lo que ocurre al periodismo deportivo argentino. Se la vamos a echar al periodismo deportivo mundial. Por asuntos de familia, nos pasamos el fin de semana en Perú, país clasificado a la Copa del Mundo Rusia 2018 y donde se vive una pasión desmedida por el torneo que se viene. No hay empresa peruana que no se aproveche de la imagen de los jugadores para sacar productos y ofertas a más no dar. A ellos sólo les importa el “qué le dará el fútbol a mi balance” huyendo del “que le dará mi balance al fútbol”.

En su conferencia de prensa del último domingo, Ricardo Gareca, el entrenador del equipo peruano, dio en la tecla sobre la forma de trabajar de los periodistas. Hastiado por la cantidad de preguntas sobre la apelación de Paolo Guerrero a fin de lograr concurrir al Mundial (jugador sancionado por FIFA y cuya pena de seis meses de suspensión se convirtió en asunto de estado para gran parte de los políticos peruanos), El Tigre les dijo: "Que el tema no sea reiterativo. Nosotros tenemos toda una planificación. Hay temas que son recurrentes de ustedes. Nosotros estamos en otra situación. Somos personas informadas, pero del aspecto oficial. Es lo único que puedo decir".

¿Usted lector cree que los periodistas deportivos argentinos son recurrentes?

Pues para que le quede claro, desde adentro le decimos: somos los campeones terrenales de la recurrencia.

Si a Gareca lo tienen reprodido con el asunto Guerrero, aquí los asuntos de nuestros periodistas se refieren a la lesión de Romero y el arquero titular, el puesto y la convocatoria de Macherano y las diversas variantes que circundan la cabeza de Sampaoli para formar el equipo titular.

Y eso que faltan dos semanas y un poquito. El tormentoso camino del bla bla será interminable, aquí en la Argentina como en Perú.

Por suerte la acertada decisión de los dirigentes de AFA (se trata de una virtuosa excepción que confirma la regla del cambalache absoluto en nuestro fútbol) de abrir las puertas a un mini entrenamiento de la Selección, dando prioridad en el ingreso a los menores y a los habitantes de barrios con creciente pobreza, dio respiro a la monotonía de los abundantes opinadores que dicen exactamente lo mismo de mañana, tarde y noche. Como dicen lo mismo en verano, otoño, invierno y primavera.

Fue allí, en la cancha e Huracán, donde unos pocos cronistas buscaron la nota original o la foto distinta, sin darse cuenta de lo obvio: las mejores historias para contar ya no son las de los jugadores estrellas del plantel sino aquellas que rodean desde afuera a los verdaderos sostenedores del deporte: los hinchas, los eternos olvidados.

A ellos, a quienes van a sacudir en unas horas con los precios de las entradas para ver el fofo amistoso con Haití. Sin piedad y sin escuchar el grito de reclamo popular del pasado 25 de mayo en el Obelisco. Como hacen los grandes medios.

De esas pocas notas interesantes que nos brindan, la reflexión de Hugo Asch en Perfil ha sido un oasis. ¿Dónde puso el ojo? En las frases elegidas para ilustrar los micros del seleccionado argentino en los últimos mundiales. Su experiencia pintó el detalle siguiente: “Unidos por una ilusión” será la consigna en Rusia del vehículo oficial. Analizado con los anteriores, para Asch se trata del más fiel reflejo del estado de ánimo que impera. La mayoría tiene atada con alfileres la esperanza. Es decir, se nos bajó la soberbia de creernos que tenemos a los mejores el mundo. Y eso es un baño de verdades. Nuestro corazón sabe que la

Selección sufrirá y que los jugadores están convencidos de que si llegan a ubicarse entre los cuatro mejores será una hazaña digna de una fiesta.

Con mucha moderación entonces y menos recurrencia, esperamos que lluevan las excepciones, es decir, las coberturas mundialistas diferentes.

Nos queda un céntimo de esperanza.