Es otra “característica” de tanto desastre y tanto trastorno que abunda en el fútbol y en el deporte argentino: durante 2016, diecinueve entrenadores echados (o renunciantes) antes de finalizar un torneo. El dato acompaña el recorrido caótico de un año que nada bueno trajo en el deporte desde el punto de vista dirigencial.

 

Hay periodistas que echan culpas al sindicato de técnicos de fútbol que preside Victorio Cocco. Lo acusan de silencio cómplice, de amistad con los dirigentes y de no proteger debidamente a los entrenadores. Algo de razón tienen, porque si bien el sindicato brilla por su ausencia en los pronunciamientos y las acciones directas, lo cierto es que siempre hablamos de lo mismo. La responsabilidad dirigencial. En este caso de los dirigentes sindicales que, como tantos en la Argentina, se mueven entre danzas de millones, tan alejados de las necesidades reales de los trabajadores.

Pero lo cierto es que no hay más culpables de todos estos desbarajustes que terminan hundiendo la economía de los clubes (ya nos enteraremos de los juicios que caerán en los estudios legales que defienden a los clubes) que los señores integrantes de las Comisiones Directivas de los clubes, en especial sus presidentes.

Venimos de unas cuantas décadas en que los presidentes hacen y deshacen sin importarles el futuro de los clubes. Ni el proyecto de los entrenadores, ni el proyecto propio y mucho menos las cuentas del club. Aprendieron de Julio Grondona a manejarse por los resultados y a dejarse llevar por la presión de un porcentaje no determinado de hinchas que piden sangre cada vez que hay malos resultados.

Aprendieron de Grondona a que gobiernen los representantes de los entrenadores, más interesados en concretar negocios y contratos con otros clubes y así acelerar retiradas a cambio de rescisiones de contratos porque ya consiguieron “un destino mejor” para el representado.

“Estoy sorprendido por cómo sacan y ponen a los técnicos” afirma Mariano Closs en la noche del martes 20 de diciembre al realizar un balance anual.

¿De qué se sorprende?

La AFA está como está y los clubes están como están por esta combinación deprimente para el deporte nacional. Una camada dirigencial que mosconea por actos de corrupción, antidemocracia, negocios con la TV privada, porcentajes para representantes y apologistas de las sociedades anónimas y los planes comerciales. Y una camada periodística que lo único que hace es “horrorizarse” con una histeria que ya cansa. Histeria hipócrita que luego se deshace cuando en cada nota, cada brindis, cada viaje, se aferran al elogio y la palmadita del dirigente de AFA de turno.

¿De qué se sorprende Closs si la mayoría del periodismo deportivo argentino se ha pasado la vida sobándole el lomo a toda esa dirigencia y a la podrida manera de hacer las cosas pensando sólo en los billetes?

Sembramos lo que cosechamos.

Por eso – entre otras miles de cosas - nunca a un dirigente o a un periodista deportivo se le ocurrió exigirle al Estatuto de la AFA voto directo para la elección de los dirigentes de la AFA.

Uno mira para arriba y no hay un modelo de dirigente de club o deporte argentino a quien señalar como ejemplo. Y encima la agencia oficial de noticias Telam nos sorprende ayer con un tremendo chivo, pocas veces visto: en pleno día navideño una nota de 600 caracteres (nada) para mostrar la fiesta partidaria del secretario de Deportes de la Nación, Carlos Mac Allister diciendo que “El secretario de Deporte de la Nación y referente del macrismo en La Pampa destacó los avances durante la gestión presidencial durante una cena de fin de año de Cambiemos en la ciudad de Santa Rosa”. De los problemas del Deporte ni una línea.

Uno quisiera tener cierta esperanza para que las cosas mejores en 2017. Pero no, la realidad muestra que todo sigue cuesta abajo.