Menudo problema para el periodismo deportivo. La Selección argentina de Futsal se consagró campeona mundial en Cali y así, una disciplina relegada, ninguneada y desalojada de las crónicas y seguimientos, pasó a consagrarse como tapa de los diarios y zócalo reiterado de los noticieros. Encima, Maradona vio los cinco goles ante Rusia y se despachó con lo suyo.

Unas horas después, el Futsal fue arrojado una vez más al rincón de los deportes sentenciados al olvido.

De aquí en adelante, ni el campeonato del mundo servirá demasiado para el infeliz mundo de los cronistas deportivos que siguen preocupados por la Ryder Cup o los entretelones de un procaz contrapunto entre Tevez y un decadente Horacio Pagani.

La fugaz llegada del Futsal a las brillantes cabeceras del periodismo tiene su origen en el campeonato logrado. Qué duda cabe. Las referencias exiguas de otros tiempos no cuentan con más explicación que la enfermedad de siempre: la Argentina no logra el encuentro ni con una política deportiva que abarque todas las disciplinas posibles, ni la prensa especializada se hace cargo del 95 por ciento de las variantes deportivas que se practican de Norte a Sur, de Este a Oeste.

Es muy probable que los campeones del mundo del Futsal sean invitados a la Rosada. También hay chances de que otros diez minutos de gloria los abracen durante los próximos días. Ahora bien, ¿qué tal si nos ocupáramos de los fecundos día a día que transitan miles de clubes pequeños en el país con la práctica de una variante AFA profundamente popular?

Las aisladas notas a la historia del club Pinocho, que cada tanto batallan un lugar en los medios, posicionan al Futsal como la categoría simpática de un fútbol que tiene mucho más talentos y guerreros que los hombres o mujeres de la Primera División.

Sin embargo, no hemos encontrado aún la suficiente imaginación y consecuencia que le dé a estos deportes la fortaleza comunicacional que se necesita. Y aquí la televisión juega un papel decisivo, que nadie se anima a cumplir.

Por el momento, sólo queda remover las conciencias y las estructuras, a la espera de una serie de modificaciones en lo más profundo de la prensa.

El Vía Crucis de tantas actividades relegadas nos deja siempre con la misma tristeza de saber que, pasan los años y miles de jóvenes periodistas deportivos inclinan su vida hacia el mayoritario morbo del fútbol profesional. He ahí una de las razones de la baja calidad de nuestra escritura deportiva, o la ausencia de talentos.

El periodismo futbolero, convertido en una mar de frases hechas y repeticiones década tras década, no ha dejado lugar a la creatividad del periodismo. He ahí una de las razones de tanta cuesta abajo en la calidad del periodismo, con sus excepciones.

La diversidad y el trato democrático deportivo ayudaría a un renacer. Pese a la desesperanza general que reina, lo aguardamos.