La cobardía de los periodistas deportivos argentinos con Diego Maradona es alucinante. Ni que hablar de quienes, subidos a esos que llaman “comentarios” en las punto com de los medios cargan contra Maradona desde el anonimato de un nombre y una foto encubridora.

Resulta que esta vez se enojan con Diego por dos definiciones: una sobre la AFA y la otra sobre un ex periodista deportivo, ahora conductor de mediocres funciones televisivas y dirigente de club con pretensiones de presidente de federación.

Tanto cuando Diego define a la AFA como “la Morgue” y a Tinelli como “gil a quien le di de comer”, señala dos enormes verdades del fútbol.

Desde 1986 en adelante, cuando junto a Jorge Valdano en la extenuante México del Mundial criticaban a la dirigencia de FIFA (y por ende a Grondona) por torturar a los futbolistas programando partidos bajo climas ardientes, Diego fue de los pocos futbolistas o protagonistas centrales que levantaban la voz para denunciar maltratos, afanos, y desgobiernos que llevaron a la ruina al fútbol.

¿Tiene derecho? Como todo ciudadano tiene derecho a decir lo que quiera. El problema para sus enemigos es que dice las verdades con un nivel de acierto y certeza mayor al del 50 por ciento de la prensa, y más del 70 por ciento de la prensa deportiva en general que durante años y años se calló la boca sobre la dirigencia de la AFA, mientras eso sí, asistían a cuanto banquete y viaje de cortesía les programaba en bandeja la antes bien vista Asociación del Fútbol Argentino.

El grondonismo, lo dijimos siempre en esta columna, no era Julio Grondona y su familia. El grondonismo fue y es una forma de llevar la política deportiva que nacía en la forma de llevar el deporte en la Argentina. Con excepciones, el deporte y en particular el fútbol, mantuvieron el criterio de fijarse primero en el dinero, el marketing y la visión mercantil de un deporte.

Para transformar la Morgue de la AFA en un lugar con vida, las advertencias de Maradona son exactas, y sólo será posible la transformación cuando desde abajo crezcan los nuevos dirigentes deportivos capaces de construir proyectos con los clubes muy distintos a los que hoy se pregonan.

Por eso era necesario que el estado se metiese a fondo. No a medias.

No para dirigirlo, ni intervenirlo, sino para llevar adelante una política de democratización y educación que culmine en un manejo horizontal del deporte. Donde cada socio/a valga un voto y donde sea lo mismo el voto de Boca Unidos de Corrientes que el voto de Boca Juniors. Tinelli quiere hacerlo al revés y la mayoría de los dirigentes que apuestan a la Superliga también. Las recaudaciones despampanantes que se anuncian, el oro que según ellos lloverá (ya no en el segundo semestre) muy pronto sobre los clubes y tantas otras promesas que viene atadas de las sucias manos de la FIFA, preanuncian un futuro de ricos más ricos y multitudes más pobres. Como en el país.

Por eso Diego, a seguir hablando. Algún día se sumarán a tu voz la de algunos timoratos de hoy.