Medianoche del martes. Mientras la mayoría de comentaristas y relatores cierran la transmisión del 4 a 0 de la Argentina a los Estados Unidos anhelando una Copa alzada, quizás uno o dos cronistas, en algún lado del país, emiten la misma frase que nosotros: "muchachos, misión cumplida. Con lo hecho aquí por ustedes en la Copa América, nos sentimos realizados, sea cual sea el resultado de la final". ¿Uno o dos cronistas? ¿O ninguno?

Nunca supimos cuál es la fuerza real del antiresultadismo-obsesivo en las calles de estas tierras. Lo imaginamos raquítico, aunque no famélico. Es decir, somos unos cuantos, pero quizás pocos los que trabajamos el concepto de valorar cómo se juega antes que el resultado. Nos llaman menottistas, sin que lo seamos, mientras al mismo tiempo nos llaman utópicos en otros aspectos de la vida. Que lo somos.

El resultado del pasado martes, si bien tiene nombre y apellido preferido para unos cuantos colegas (Messi) ha sido la consecuencia de mantener la famosa e invisible "línea argentina de juego". ¿Ello sólo es garantía de victoria ante Colombia o Chile? De ninguna manera, pero es la garantía de un sentimiento que debemos valorar, especialmente para un pueblo al que se pretende convencer del éxito individual y de que el cielo equivale a tener más y más pertenencias. Por aquí vamos quienes pensamos que este camino de ninguna manera de abandona, y agradecidos por esta buena costumbre de nuestros futbolistas.

Sabemos que tanto la Copa América como la Copa del Mundo son dos cuentas pendientes para nuestro periodismo deportivo, que al parecer se deben pagar (sus ausencias) casi con la pena de cárcel.

Por eso en este momento, todo está listo para que los puños se llenen de campanuda retórica. En minutos más, será Messi el quinto Beatle de esta modernidad y los demás una furiosa máquina de golear, ganar y gustar. Si de algo saben la mayoría de los periodistas deportivos argentinos es del elogio desmedido que llega hasta la ilusión boba de creernos campeones antes de serlo (muchos periodistas jerárquicos de Olé son la expresión más burda de ello, lo mismo que algunos irresponsables que elaboran las tapas de Diario Popular o Crónica). Por supuesto, el anonimato de quienes redactan ciertos titulares, copetes y epígrafes los pone en el cómodo camino de la impunidad. Ya dijimos varias veces sobre las virtudes de colocar la firma, al borde de una página (y por qué no de un zócalo de TV también), para que todos sepamos quiénes son los ingeniosos autores de una buena frase, de una provocadora frase, de una criminal frase.

Lo cierto es que resulta conocida esta historia de llegar siempre al borde de una conquista y auspiciarnos como los mejores. Después vienen los golpes de la vida…

Corresponde entonces establecer prioridades. Saludar el buen juego, las intenciones limpias, celebrar aquello de pensar en el gol y establecer que con Messi o sin Messi hay un respeto a las buenas intenciones.

Pase lo que pase, no habrá catástrofes para este pedacito de crítico. El fútbol ya cumplió y es hora de pensar en otros deportes bastante abandonados, y en la clarísima convicción de que se juega como se juega porque mucha gente bregó por la historia de un juego, antes de que todo fuese comercio, y que con Copa o sin Copa estaremos para decirlo.