Mediodía del lunes 13 de febrero de 2023. El streaming del diario deportivo Olé se llama Primer Tiempo. El tema elegido para los periodistas es “el día del amante”, supuesto beneficio del que goza el 13 de febrero, a la espera de la copiada fiesta de San Valentin). Al tema grande se suman los subtemas: los chats privados entre futbolistas y amantes, las salidas de futbolistas con señoritas y señoras y el caso de Fede Bal.

El programa intenta colocarse el mote de divertido. Creemos que los divierten las fechorías de otros en camas ajenas y por la pantalla de la computadora sus cabezas se mueven con el ímpetu de un fisgón venido a menos.

Se divierten por supuesto con apellidos que no pueden defenderse:  Icardi, Romario, Ronaldinho, Maradona.

Si el programa no engaña, hay cierta vanidad por convertirse en imitadores de Carmen Barbieri, Angel de Brito o Yanina Latorre, ex Yanina Arruza por propia voluntad.

Todo dura un rato largo. Parece que hay esfuerzos de la producción para que así sea.

El deporte, o todo aquello que se mueve alrededor del deporte (que no es poco) brilla por su ausencia.

Hace rato que la prensa argentina (no toda; aún florecen jóvenes excepciones que dignamente ejercen el periodismo) sucumbe ante las necesidades de una frase que mató a nuestra noble tarea de informar para pensar y actuar:  “quiero ser famoso, quiero que me vean”.

Muchos periodistas deportivos sucumbieron a la tentación de hacer humor sin ser humoristas. De Tinelli a Pagani, la sociedad argentina apreció y despreció los momentos de pedantería y machismo y sucumbió ante el chiste fácil y bobo que siempre ocasiona la convulsión de la risa.

No hay duda de que esta opción comunicacional, amparada por lo fácil de su preparación, se cristalizó en la mayoría de las empresas periodísticas que comercializan todo ello al compás de sumar un click, un billete o un punto del rating.

Ya sabemos que la notoriedad se peleó con la verdad hace rato y que hoy, a más escándalo y más mentiras, aumentan las palmadas en el restaurante y se alegran las tarjetas de crédito.

En la semana que nació oficialmente un nuevo sindicato de periodistas (Sipreba) anunciando la ponderación de los Walsh, los Bayer, y tantas otras y otros que lograron brindarnos obras maestras, hay que tolerar – no repudiar- estas voces que invitan a las lágrimas. De pena.

Aplausos y silbidos para los que actúan de periodistas. 

Reconocimiento y dignidad, en cambio, para quienes trabajan de periodistas.