En aquel lejano 2020 del crimen de Fernando Báez en Villa Gesell, diversos periodistas coincidieron en pintar el asesinato con un color agregado: la violencia asesina estaba contaminada por el nada inocente hecho de ser rugbiers.

Mala de esos días. Muy mala. Ni el rugby potencia los crímenes, ni la vida de Fernando se hubiese salvado de ser los agresores practicantes de otro deporte o serenos jóvenes sedentarios. La criminalidad tiene otras razones.

La sentencia leída y mostrada el pasado lunes expuso las enormes debilidades de quienes, micrófono en mano, saltan hacia coberturas de juicios orales sin mayor formación que la obediencia debida a las órdenes de un productor o productora vociferante.

La mucha velocidad de la noticia, la abundancia de canales de noticias que pasan del cotilleo y las fábulas a los muertos de un terremoto y a la vida privada de Messi o de un cachivache cualquiera, han sido y serán la singular característica del periodismo de este siglo.

Salvo excepciones. Nadie educa periodistas en las redacciones.

Salvo excepciones. Nadie educa deportistas, ni hinchas,  en los clubes.

El conocimiento y la formación en Derechos Humanos es clave para ambas cuestiones. 

No habrá más crímenes el día en que las sociedades, el deporte y el periodismo, sepan y practiquen el humanismo y destierren todos los sentimientos de superioridad y desigualdad que nos caracterizan.

Muchas coberturas de crímenes y juicios en el país se realizan bajo el oscuro ejemplo del canal más desequilibrado de la Argentina, Crónica. La mayoría de cronistas, conductores y opinadores del último mes fueron arrastrados por este método caníbal. 

Un modelo así se reproduce en los canales deportivos. La forma en que se afrontan los problemas carecen de marcos generales  y se apunta al escándalo individual. Por eso, el zócalo escandaloso y que se modifica cada treinta segundos, se impone 100 a 0 a la investigación y el contexto. 

El problema de una tribuna clausurada en la Bombonera no es visto con la lupa del estado de las canchas argentinas sino como una etapa de la picante pelea interna política de Boca. 

La formación profesional de periodistas que contempla el artículo 35 de nuestro convenio colectivo, es sólo un fantasma de larga sábana blanca o invisible.

¿Sabe un periodista que cubre juicios penales aquello que debe preguntarle a los protagonistas? ¿O el asunto es ponerle el micrófono al abogado Burlando para que haga gala de su patoterismo mediático rumbo a una probable candidatura 2023 de mano dura?

¿Sabe un/una periodista especializada en deportes la existencia de otros eventos y competencias por fuera de la Liga profesional de fútbol? ¿Se habrá enterado de un gran acontecimiento ciclístico ocurrido en San Juan durante el fin de enero llamado la Vuelta a San Juan que congregó multitudes? 

Ignorancia es lo que se ve. Formación, lo que falta. Mientras tanto las moneditas del entusiasta rating, tintinean.