Esto de escribir antes de que sucedan los acontecimientos, y sin ánimo alguno de acertar o no acertar, es de lo más bello que tiene el periodismo.

Resulta que en estos tiempos, y en otros también, la inmensa mayoría de las y los periodistas deportivos se hicieron scalonistas. 

Alborotados por una cadena de victorias de la Selección y entusiasmados por una racha invicta, escribas, conductores y comentaristas encontraron en el otro Lionel al nuevo Dios a idolatrar.

¿Será por poco tiempo? ¿Será hasta que la vida resultadística les resulte grata?

El panquequismo, vieja enfermedad del periodismo, arrastra a los opinólogos de todo a encuadrarse en cuanto triunfalismo les aparezca delante de las narices. Pasa en la política, en la economía, en el mundo del espectáculo. Sólo unos pocos resisten, con ideas, la sencilla receta de afirmarse a los ideales. A la ideología. Sea la política, o la futbolística, o la deportiva.

El por momentos agradable fútbol que se despliega en la cancha por parte del seleccionado, no es obra de un técnico sino de los jugadores que tienen o no esa voluntad de jugar bien. Se llamen como se llamen. Sus virtudes y sus defectos marchan al compás de sus buenas o malas ideas con la pelota, de sus condiciones naturales, de lo mucho que hayan dedicado al cuidado de los detalles en cada etapa de su trabajo (entrenamientos y otras cosas)

Jugar con armas dignas, respetando al rival, sin burlas y tratando de llevar alegrías a las tribunas (las reales y las virtuales) son las mejores herramientas para quedar en la memoria colectiva.

Este seleccionado, como tantos otros, puede quedar en la memoria, aunque pierda. Con o sin Scaloni. El asunto es que los diversos públicos que lo vean (y lo admiren) se sientan colmados por el sacrificio de respetar una forma de jugar que si bien no es nuestra, la hemos adoptado como nuestra. No es otra cosa que respetar el toque y aquellos que los brasileños llaman el “jogo bonito”.

Este equipo versión 2020-2021 y seguramente versión 2022, ha superado unas cuantas maldiciones lanzadas por periodistas que pedían el desalojo de Angel Di maría, por ejemplo, o de otras figuras que alguna vez elogiaron hasta la rabia.

Nada nuevo bajo el sol. Por eso casi no hay periodistas deportivos respetados. Del franeleo al destrozo de entrenadores, está llena la viña argentina de la prensa. El primer periodista scalonista, aún no ha sido descubierto. Quizás porque no lo hubo. Un cien por ciento se pregunto ¿y a éste de dónde lo sacaron? 

Un resultado positivo ante Brasil hará las delicias de las orejas de Scaloni, a quien ojalá no se lo lleven puesto los cantos de sirenas de estos que hoy te soban el lomo.

Para cerrar. Sea que la Selección clasifique, sea que pierda con Brasil, sea lo que sea, no somos ni seremos scalonistas, porque la verdad del fútbol la escriben quienes laburan, es decir, quienes juegan. Por eso no estaremos viendo desesperadamente los gritos desde el borde del campo de juego, sino lo que ocurre en el verde césped. Como siempre.