De las tantas y afortunadas grietas que tiene el periodismo deportivo, una de ellas es la que separa a los partidarios del “vale todo” para ganar, de aquellos/as que pensamos que la cultura que exalta al consumo (o sea, el de las victorias como sea) no debe prevalecer.

Pensamos que al adversario deportivo se lo respeta, no se lo humilla. Creemos que la vanidad y el engreímiento, son malas compañías. Y que la crueldad no es la manera de disfrutar un partido de fútbol.

Somos de quienes saludamos el segundo puesto, el tercero y aplaudimos al último. Estamos tan a favor del deportista anónimo, que a veces lo esperamos más que al múltiple levantador de copas y medallas.

Por eso nos molesta que unos cuantos periodistas en estos días, hagan suyas las jactancias del arquero de Aston Villa y de la Selección a quien ahora, si la buena prensa no hace algo, se le subirán a los pelos la creencia de que el camino mejor para ser reconocido es su prepotencia de provocar y cancherear al contrario.

La peligrosa tentación de suponer que un sector del periodismo lo halaga, puede provenir de comentarios como los del confundido presentador de noticias deportivas de la CNN Raúl Saenz, quien el otro día, al dar la noticia del Dibu desafiando a los jugadores del Manchester United para que le patearan el penal, afirmó: “ es el tipo de jugador que cualquiera quisiera tener en sus filas porque siempre va a ser el intimidador y no el intimidado”.

¿Qué es esto Saénz? ¿Dirías lo mismo si públicamente tuvieses que presentar una nota sobre formación de pequeñas y pequeños futbolistas y un docente enseñase la metodología Dibu en las escuelas deportivas?

Maltratar al rival nunca estuvo ni estará bien. 

Alguna vez el insuperable Eduardo Galeano escribió este texto para retratar la dignidad en el deporte. Elija usted. ¿De qué lado se pondría el Dibu en esta situación? ¿Y de cuál usted?

“Aquella no era una tarde de un domingo cualquiera del año 67, era una tarde de clásico, el club Santa Fe definía el campeonato contra el Millonarios y toda la ciudad de Bogotá estaba en las tribunas del estadio. Fuera del estadio no había nadie que no fuera paralítico o ciego. Ya el partido estaba terminando en empate cuando en el minuto 88 un delantero del Santa Fe, Ómar Lorenzo Devanni cayó en el área y el árbitro pitó penal. Devanni se levantó perplejo, aquello era un error, nadie lo había tocado, él había caído porque había tropezado. Los jugadores del Santa Fe llevaron a Devanni en andas hasta el tiro penal. Entre los tres palos, palos de horca, el arquero aguardaba la ejecución, el estadio rugía, se venía abajo y entonces Devanni colocó la pelota sobre el punto blanco, tomó impulso y con toda su fuerza disparó muy afuera, bien lejos del arco".

Nosotros, aún aplaudiendo a Devanni. Con la secreta esperanza de que el Dibu aprenda.