Semana rara para el deporte y el periodismo deportivo. Ambos al borde del silencio durante este fin de semana capturado por los megáfonos de un resultado electoral que desata las pasiones del análisis.

De aquí para allá van las palabras. Por supuesto, las referencias a las políticas deportivas de los candidatos.as siguen en cero. O menos que cero. Ni que hablar del oscuro olvido acerca de políticas sobre los medios de comunicación o de políticas sobre acceso a la información.

¿Por qué el periodismo deportivo argentino no se concentró en lo suyo en la semana previa al voto intentado alguna pregunta- o alguna respuesta- de los/las candidatos/as acerca de las dos cuestiones que se supone más conoce: deporte y comunicación?

Y en esa semana preelectoral, de indiferencia preocupante, tres apellidos marcaron la agenda, ultrasuperprofesionalizada.

Messi. Atados al destino de Messi, hinchas y periodistas de la Argentina, lloraron con él, se abrazaron a él, soñaron con él y luego desataron todas sus fantasías vencedoras en las piernas y el cerebro privilegiado de un futbolista que dentro de la cancha es capaz de acercarse al otro genio, al que desde noviembre del 2020 ya no está.

Holyfield. Que el boxeo es lo que es, ya lo dijimos. Que no merece más que un repiqueteo permanente rumbo a su final, también (en honor al humanismo que nos embarga). Pero eso sí, ya es hora de ponerle doble carga a los reclamos para que paren con los martirios y las vergüenzas en nombre del señor dinero. El periodismo no puede permitir, y menos transmitir (lo hizo ESPN y sus periodistas obviamente callaron) la casi masacre que se produce arriba de un ring cuando el brasileño Vito Belfort (44) le dio unos cuantos golpes a Evander Holyfield (58) para mostrarnos no sé qué deporte. En Estados Unidos, y en el infierno liberal que pretenden, que hagan lo que quieran. Aquí, eso, merece un solo nombre: matadero.

Djokovic. Para el serbio, el periodismo tuvo frases elevadas hasta que le tocó perder. Que Djokovic un fenómeno, que nadie como él, que su nombre era el más grande. Cuando la derrota llegó en New York, y pese a que Djokovic dio pelea (4-6, 4-6 y 4-6) en un ratito todo se dio vuelta y ahora ya hablan de su edad. Que Medvedev lo aplastó con sus 25 años, que ya es tiempo de otra generación. Que el tiempo hizo lo suyo.

Messi, Holyfield y Djokovic. Tres apellidos que colmaron la boca de una prensa deportiva muy pero muy atada a las circunstancias de un mundo deportivo tan consumista, tan comercial y tan individualista que es lo más parecido a una pena.

¿Y a qué viene esto? A que a pocos días del final de los dos Juegos Olímpicos, una reflexión insiste en preguntarnos ¿por qué olvidamos tan pronto a los deportistas menos conocidos? Nos parece necesario seguir aguijoneando. Es nuestra humilde contribución a evitar que el superprofesionalismo nos haga peores de lo que somos.