Fin de los Juegos Olímpicos y fin de la otra “competencia” que vimos las y los argentinos. ¿Fue mejor la TV pública o la TV privada de TyC Sports en transmisitirnos buena parte de lo que ocurrió en Tokio?

Un primer balance, alejado de los sinsabores y las desigualdades de los medidores de rating, señala que fue más deportiva la señal estatal. Una diferencia a favor marcada por el agregado de convocar a mejores ex deportistas-comentaristas que reemplazaron la ausencia de conocimientos de nuestro gremio de periodistas. Cada especialista aportó una sapiencia contra la que no hay –por el momento- con qué darle.

Es la más clara indicación de la escasez de especialistas (en el periodismo) para cada deporte. Una consecuencia lamentable y duradera de la monstruosidad del hiperconsumo comercial del fútbol profesional. Si alrededor de un noventa por ciento de la información de los medios se va en en el fútbol ¿qué otro panorama podemos esperar?

El plantel de eespecialistas en la TV Pública (Esteban “Mono” Martínez en voley, Anahí Sosa en gimnasia, Meolans en natación y otres) fue muy superior al de TyC Sports, canal que cometió el error de suponer que el nombre de Martin Jaite, un ex tenista, alcanzaba para hablar de otros deportes. Jaite estaba para el tenis, no tanto para otras actividades.

Ambas señales convocaron periodistas especializados (Martín de Rose en voleibol, Adrián Pérez en basquetbol en la TV Pública entre otres, Fernando Cicutti y Daniela Etcheverry en TyC).

Otra de las debilidades de TyC (ya deberíamos llamarla deslealtad o maldad) fue la mentira –muy repetida- de colocar el cartel de “Vivo” durante la emisión vespertina, para hacerle creer a mucha gente que se estaba transmitiendo en directo desde Japón cuando en realidad eran grabaciones de eventos ocurridos por la mañana argentina. Digamos que un pecado venial.

Al que se sumó el insoportable convencimiento que tienen de suponer entretenidas sus peripecias personales (por ejemplo, contarnos con quién duerme tal periodista, si ronca o no, si le gusta el dulce de leche).

La TV pública, y seguramente por una mezcla de falta de presupuesto y hechos relacionados con los viajes en pandemia, no aportó más enviados a Tokio, un plus que –bien realizado – siempre llena las pantallas de información reportajes y notas extras alrededor del maravilloso mundo de unos Juegos Olímpicos.  

Si de dinero se trata, alguien debe arrimarles a los capos.as del canal público el consejo de que, por ejemplo, el dinero que destinan al programa Relatoras se puede mejor biengastar o contratando directamente a las relatoras para las transmisiones y no haciéndolas competir (señal de machismo, ya que no hay un concurso igual para relatores varones) o destinándola a la producción de documentales o programas con coberturas periodísticas de actualidad.  

De todos modos, el simbólico oro de este 2021 se lo lleva la TV pública. Por lejos.