Tres hechos de la semana que pasó pueden servir para mejorar el deporte y el periodismo en los próximos años. Dependerá si: a) se convierten en anécdotas de aquellas que sirven para la jactancia histórica de los comentaristas, b) se transforman en ejemplos de aquello que no hay que hacer y c) las atraviesa la indiferencia de un mundo que se debate entre el consumo y la digna vida.

River y sus jugadores contagiados. La abrumadora velocidad de las circunstancias frente a la noticia de un viernes que señalaba el cúmulo de positivos con la peste, impidió un más serio debate acerca de las condiciones en que se juega a cualquier precio. Es cierto que el tiempo dirá lo suyo (¿aparecerán protagonistas del superclásico contagiados?) pero las reflexiones que ya pueden obtenerse giran alrededor de la capacidad dirigencial y periodística para impedir que, frente a situaciones de emergencia se priorice el negocio sobre la salud. Ningún superclásico vale más que una vida.

Junior-River y la represión. La nociva decisión de la Conmebol de jugar un partido mientras en las calles las fuerzas de seguridad reprimen a las multitudes colombianas que claman justicia y pan, debe ser combatida en todos los terrenos periodísticos. La Argentina ya tuvo dos experiencias nefastas. Una, el Mundial 78, cuando los crímenes abundaban en la ESMA, a 800 metros del Monumental, y el silencio cómplice de un periodismo que sabía lo que ocurría no dijo nada. Otra, resuelta con cierta dosis de humanismo. No jugar los partidos de campeonato (Racing estaba a punto de salir campeón después de 35 años) en el trágico diciembre de 2001 cuando las directivas de la Casa Rosada de la Alianza fueron meter bala a los manifestantes que protestaban por el malgobierno del hambre y el saqueo. Deporte en los estadios, mientras hay sangre y muerte afuera, nunca más.

Almeyda y las vacunas. Después de recorrer gran parte de las páginas y espacios deportivos, el tema de un ex jugador y entrenador que quiere comprar vacunas para su pueblo debe dejarnos la enseñanza que antes de hablar, hay que informarse. Almeyda no podía comprar vacunas por su cuenta, cuando las empresas vendedoras, sean las que sean, no tienen garantizado la trazabilidad de las mismas. Es decir quién controla a quién se les coloca cada vacuna y su seguimiento si ocurriese algún problema en la salud de los vacunados.

Solidaridad, memoria y búsqueda de datos. Tres consignas que no deben faltar en el manual del buen dirigente deportivo ni del buen periodista.