El fallido (grave) del periodismo deportivo argentino que anunció el lunes 26 de abril de 2021 a las 14.30 la muerte de Carlos Timoteo Griguol, y luego debió publicar que no era cierto, no es otra cosa que uno de los disparates más habituales de esta querida profesión.

Es fácil detectar la causa de este mal habitual, y de tantos otros que han convertido al periodismo en una actividad de un prestigio en picada. En la Argentina, ni hablemos. De aquellas encuestas (infladas y poco serias) que en los 90 colocaban a unas cuantas y unos cuantos periodistas en la cima de la credibilidad de al sociedad, nada quedó.

Y la culpa es…de las corporaciones periodísticas que cocinaron un estilo de mentiras, negocios, rating y velocidad en las primicias. Hoy, de esa olla, derrama un  líquido putrefacto todos los días a toda hora.

El ombligo-obelisco de los grandes medios, aquel que les impide sintonizar los ruidos de la Argentina más profunda, tiene tiempo solamente para ocuparse de privilegiadas comunidades. En el deporte, esas “comunidades” son los clubes mal llamados grandes, el fútbol profesional, las actividades que transmiten por imposición las cadenas deportivas y extranjeras que aman el capitalismo deportivo.

Frente a ellos, algunos y algunas Quijotes

Veamos ejemplos: el reciente fracaso de la Superliga Europea, expulsada del paraíso de millones que esperaban, por el clamor de unos cuantos hinchas y unos cuantos periodistas que defienden las banderas de la igualdad.

Si se pensara antes de hablar o escribir, si la conciencia del periodista tuviese una guía humanística, si la ideología triunfante fuese aquella que defiende los Derechos Humanos, las cosas saldrían mejor. Las noticias falsas serían menos (reflexionar y confirmar, verbos que deben existir previo a divulgar). La información se buscaría en la base de la actividad de los pueblos (las decenas de deportistas y actividades deportistas olvidadas). La verdad triunfaría frente al avasallamiento de la publicidad y las marcas patrocinantes que se comieron a las camisetas.

Ese periodismo estudioso y reflexivo, se refugia en la excepción. O en el contagio de algunos ejemplos que llegan del exterior y se meten por los pliegues del cine, las redes sociales o la lectura abundante por internet.

La última revista Crisis y una nota llamada “El retiro de los obreros del fútbol” sobre el destino de los futbolistas del ascenso en plena pandemia es un buen ejemplo – de  estos días - de aquella prensa que resiste. 

Y piensa.