El justificado enojo de Zinedine Zidane en su última conferencia de prensa puede relacionarse con aquello que les ocurre a miles de deportistas argentinos, cuyos casos, de una u otra manera salieron a luz luego de conocerse el suicidio de Santiago Damian García, el Morro de Godoy Cruz.

No es asunto de mezclar peras con manzanas, ni de irnos por los variados laberintos de la vida. Pero una vez más suponemos que la prensa deportiva de aquí-  y del mundo - ya tiene qué preguntarse para qué carajo existimos.  Es hora.

Harto ya de estar súperharto, el francés que conduce al Real Madrid, les apuntó a los remanidos críticos de su equipo quienes, luego de cada empate o cada derrota, preguntan más o menos lo mismo, si el entrenador está para irse o listo para que lo echen. En la última conferencia de prensa les dijo esto a los cronistas:   "Al final vosotros hacéis vuestro trabajo. Un día estoy fuera, otro día un poco dentro... Si empatamos o perdemos estoy fuera... Eso es lo que estáis haciendo. Me enfado porque nosotros vamos a intentar hacer nuestro trabajo. Nosotros peleamos en nuestro trabajo y vosotros peleáis en el vuestro. Pero debéis respetar un poco nuestro trabajo".

La fácil tarea del periodista (vale para los de todos los rubros) consiste en no ver más allá de sus narices y atacar duramente a otros trabajadores.as sin comprender dos cosas: que detrás de la actuación profesional (fútbol, basquetbol, handbol, rugby, teatro, canto) hay una mujer y un hombre de vida y de problemas que son más o menos las que no pasan a todos. Creer que porque hay un poco más de dinero o mucho más de dinero en sus bolsillos es la razón para que sus desempeños sean de diez, es una locura que sólo anida en las afiebradas cabezas del noventa y nueve por ciento de los y las periodistas.

Por eso los y las periodistas se han creído con el insano derecho a la crítica permanente sentados desde el cómodo living de su casa (ahora en la pandemia) o desde los relampagueantes sets de televisión o mullidas sillas de una radio. El nacimiento de este sitio web, pensado para tirarnos un poco de nuestras propias orejas, pretendió rumbear hacia la comprensión y visión de otros colores en la vida.

El balazo que se pegó el Morro y hasta los días últimos de Maradona, son pieza efímera de la fugaz apertura que se produce en algunas mentes. Se han leído tibias reflexiones sobre “la vida del otro lado de los campos de juego” en estas horas. Algunos psicologos y otras tantos opinólogos pretendieron señalar al periodismo de las exigencias estrafalarias como uno de los factores de la depresión de las estrellas y las no tan estrellas. Durará menos que una vela. Pasarán los días del Morro y su entierro y su llanto y una vez más se lanzarán desde el avispero aquellos y aquellas sagaces cronistas que se las saben todas y que exigen las victorias todos los días, los goles todos los días, las atajadas brillantes todos los días, el cuerpo invencible… todas las noches.

Zidane hizo bien en abofetear.

La salud mental del Morro no pudo con todo.

Desde aquí hacemos el milésimo llamamiento. Muchachas, muchachos, paremos con esto de la soberbia en nuestras lenguas. Que nunca jugaremos bien a nada.