Este año no habrá premios Olimpia. Pero ya hay vacunas. Y mientras el odio levanta la voz para fomentar estrambóticas campañas antivacunación buscando que el daño del virus se extienda por el mundo, el deporte marcó su rumbo 2020 gracias al empuje de millones de deportistas, entrenadores/as y dirigentes/as (la mayoría anónimos) que hicieron lo imposible para que ninguna actividad se detuviese.

Ellas y ellos son deportistas del año que recibirán otros Olimpias. Con menos oro, con más dignidad.

Y seguramente serán todos y todas los primeros impulsores de la más pronta vacunación para que el mundo se parezca a la época pre Covid 19. Con estadios y clubes colmados de deporte y alegría. Más vida, menos muerte. Más abrazos, menos odios.

El segundo Olimpia es para Diego. ¿Quién otro merece el reconocimiento por aquello que logró el mismo año que nos dejó? Fue capaz de generar las emociones más gigantescas en la humanidad, aún en aquellos que habían abandonado su cariño a punta de la enferma prensa que lo aplastaba por sus simpatías políticas o sus errores humanos, nunca divinos.

Otros Olimpias merecen las mujeres que se prepararon para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (ahora 2021), siempre ignoradas por la prensa comercial deportiva como la maratonista chaqueña Marcela Gómez quien en febrero logró récord nacional en la Maratón de Sevilla (con una marca de 2:28:58) y consiguió su clasificación a la cita olímpica.

Ni que hablar de Facundo Campazzo, merecedor no tanto por su pase a la NBA en los Denver, sino por sus declaraciones al llegar a los Estados Unidos: “El básquet es un mundo de gente alta, atlética, y cuando aparece uno más bajito es normal que aparezcan las dudas. Yo siempre lidié con esos comentarios y llevó años luchando contra eso… Tengo claro que no le voy a caer bien a todo el mundo, que habrá gente que no le gusta mi estilo o mi juego, que cree que no me irá bien. Yo respeto esa opinión, pero en mi cabeza está divertirme dentro de la cancha. Jugando a mi manera. Soy consciente que debo trabajar duro para luego poder divertirme dentro de la cancha y ayudar a mis compañeros. Eso y ver a mi mujer, mi familia y la gente cercana emocionados por lo que me está pasando, es el motor. Me deja claro que tanto sacrificio valió la pena”. Que un profesional ponga el acento en la diversión dentro de la cancha parece cosa extraplanetaria, pero bienvenida sea, por el bien del deporte puro.

Y para cerrar, en la idea de internacionalizar el Olimpia fantasmal que hemos creado, uno especial para las y los centenares de deportistas estadounidenses, estrellas de la NBA, beisbolistas, tenistas que protestaron contra el gobierno de Donald Trump por la violencia racial, luego del brutal ataque de la policía en Wisconsin contra el joven Jacob Blake.

No sólo fueron los del plantel de Milwaukee Bucks (de Wisconsin) que no se presentaron a uno de los playoffs contra Orlando Magic; también lo hizo Lebron James, la Asociación de Jugadores de la NBA, contagiando así a la tenista japonesa Naomi Osaka, a los futbolistas de la MLS, (debieron suspenderse partidos por la huelga de protesta)  a las jugadoras de la liga de mujeres de básquet, la WNBA y a los equipos de las Ligas Mayores de Béisbol (MLB).

Mucho queda entonces para la memoria de este 2020 que deja una huella dolorosa. Conclusiones sólidas que unos cuantos no verán jamás, aunque las mayorías sí: del derecho a la salud y al deporte debe ocuparse el estado. Como de tantas otras cosas. Porque el capital, sólo quiere plata…y tumbas.