Vivir en un país donde cualquiera puede decir lo que se le canta es uno de nuestros orgullos democráticos.

La última decisión al respecto, eliminar la persecución penal de calumnias e injurias, en casos de interés público, se logró durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y mucho antes en los 90, por ley 24.198, se derogó el artículo 244 del Código Penal sobre desacato (mayo de 1993).

Mucho tuvo que ver en todo ello, el andar y las luchas de ese gran periodista Eduardo Kimel, condenado por la arbitrariedad y saña de un juez de la dictadura (Guillermo Rivarola) quien durante el menemismo lo persiguió por las denuncias que Kimel publicó en un libro de investigación sobre el crimen de los padres y seminaristas Palotinos acusando al juez de tener responsabilidades en esa causa. 

Quizás amparado en este gozo de hoy (gozo de todo el periodismo) Oscar Ruggeri, convertido por los buenos honorarios de FOX Sports en comentarista, lanza todos los días uno que otro disparate en busca de una popularidad que aún lo envuelve. 

Al finalizar el triunfo del Bayern sobre el PSG, el ex entrenador dijo que “Mbappé en cancha de Olimpo no juega, no la toca. Laspada se lo come”. No se trataba de un inocente comentario futbolero acerca de su desprecio a  las sabias habilidades del joven delantero francés. Para Ruggeri, era una de sus habituales muestras de guapeza. Laspada se lo come no significaba para Ruggeri que “Laspada lo marcaba correctamente”.  Laspada se lo come, en el Ruggerismo básico quiere decir “Laspada lo caga a patadas”.

No lo decimos por el pobre Laspada, sino por el pobre Ruggeri.

Un Ruggeri que está convencido de que en la cancha vale la pena fusilar, si fuese posible. Su tono y su vida transitaron por esos caminos, y el fútbol le permitió gozar de un rostro conocido al que se le avala todo.

Hasta que algún día, un periodista, o una periodista, en el mismo programa en el que trabaja, sea capaz de explicarle que el fútbol, el juego limpio, la honestidad en la vida y el periodismo son otra cosa, muy distinta a la canchereada, el chiste obsceno y las poses.

La comunicación es un hermoso derecho, hijo de la libertad de expresión. Ruggeri y tantos otros pueden disfrutar mañana, tarde y noche de una Argentina con más autocensura que censura. Mientras tanto, en el periodismo deportivo, como en el periodismo político, educativo, de espectáculos y tantas ramas que nos cubren, se siguen ciertas modas.

Hoy la moda (o la manía) es la falta de respeto con los protagonistas. O simular que uno se irrita ante las cámaras y abandona el estudio. O las fake news. 

Luego las modas se convierten en plagas.

Y a toda plaga, por suerte, le llega su final.

Es sólo cuestión de tiempo.