Opina Deporte

El daño que los medios hegemónicos han causado al periodismo es de una magnitud descomunal.  En general por dos vías: acaparar e imponer agenda. Y ocultar los hechos que suceden en la base popular, allí abajo, en el barro, en donde están los y las humildes.

Un habitual drama de la prensa deportiva es no meterse a fondo con las figuras cuando hay que meterse. Sus conductas extra futbolísticas (no estamos hablando de la llamada vida íntima, la cual nunca debe formar parte de la crónica) ya sea de tipo político o de tipo económico-político, en general se mantienen en silencio. “Nosotros sólo podemos juzgarlos como jugadores”, dicen quienes defienden la postura del periodista deportivo con cabeza de pelota.

Las noches del domingo en Canal 13 son más oscuras que sus tardes y mañanas. Las desalumbra un programa llamado de “periodismo deportivo” (Pasión por el fútbol) y que debería llamarse de “periodismo de gritos”

Los reiterados intentos golpistas de un pelotón de periodistas para tumbar al entrenador de Boca se ahogan en la indiferencia.

La ola de desilusiones periodísticas por los 40 años de la guerra de Malvinas ha sido tan elevada como la otra ola de desilusiones, también periodísticas: los comentarios acerca del grupo que le tocó a la Argentina en el Mundial de Qatar.

Treinta y nueve años atrás no lo hubiese imaginado. Cuando se recuperó la democracia, cuando se luchaba por destapar toda la porquería y el horror de la dictadura cívico-militar, el periodismo ocupaba un lugar de vanguardia.

Ya ocurrió hace poco más de una semana. A Marcelo Gallardo se le preguntó sobre los silbidos a Messi en París, y el técnico de River, más cerebral que muchos periodistas que buscan el fácil recurso de incendiar jugadores, respondió: “En el fútbol nada llama la atención. Nosotros lo maltratamos bastante a Messi también. Tampoco nos hagamos los patriotas. Previo a que renunciara a la Selección. Gracias a Dios se arrepintió y volvió. Acuérdense, tengamos memoria también”.

Las desaforadas notas que abundan en el periodismo mundial, parecen escritas por generales de la OTAN y no por cronistas o redactores de una prensa que, al menos, debería tener un sentido de ubicación con estos días de sangre y horror en Europa.

Al machista mundo del deporte no le gusta nada que se desencadenen noticias sobre el deporte y las mujeres.  Al machista mundo del periodismo, no le gusta nada producir noticias sobre mujeres. Al machista mundo en que vivimos no le gusta nada escuchar noticias sobre mujeres. Así estamos hoy, en una semana más que contiene ese día tan aislado como digno que es el 8M.

Sólo basta un corto poema, el de Miguel Hernández (Tristes guerras), para señalar qué piensa uno de todas las guerras.