Opina Deporte

El sincericidio, instrumento confesional del ser humano, que en la Argentina tuvo una de sus mayores expresiones cuando el burócrata sindical de la derecha Luis Barrionuevo dijo en los noventa que “tenemos que dejar de robar dos años”, pegó un salto hacia lo deportivo pocos días atrás. El ex presidente de San Lorenzo, Fernando Miele, confesó en Radio Mitre que “Después de que me fui, hubo 12 años desastrosos en San Lorenzo. Es una forma de decir, pero diría que me arrepiento de no haber robado plata en San Lorenzo, fui muy honesto”.

En su afán de encontrar explicaciones “de apuro” los periodistas deportivos suelen recurrir a los viejos vicios de la prensa del siglo XX.

Con las disculpas del caso y el vislumbre de lo bien que defendería el negro Fontanarrosa este título (ya saben ustedes cuando en el Congreso de la Lengua en Rosario el Negro dijo: Hay palabras de las denominadas malas palabras que son irreemplazables, por sonoridad, por fuerza y por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o sonsa que es un pelotudo”), pero esta vez no tenemos opción.

De las tantas angustias que nos sofocan en estos tiempos, la multifacética corrupción asoma como aquellos muñecos de los locales-fichines,  por los sitios más inesperados de la vida cotidiana. Para estos días, diversas noticias de asuntos turbios en los tribunales de Comodoro Py se sumaron a las novedades que, al fin, la prensa deportiva  exhibía sobre chanchadas en el deporte nacional. Desde las acusaciones de partidos arreglados en el tenis, las colocaciones a dedo de árbitros para los partidos de la Superliga hasta la ejecución del más abundante de los asuntos corruptos que se dan en esta vida y a los que el periodismo  ignora expresamente: el robo de los salarios, contribuciones, impuestos e indemnizaciones relacionadas con el campo laboral.

Las despiadadas medidas tarifarias contra los clubes, el abandono de toda política deportiva en el campo educativo, los giros enloquecidos y represivos frente al poder de las barras, el papelón del River-Boca, los negociados y las investigaciones judiciales contra Mac Allister denunciadas por La Nación y ahora la eliminación de la secretaría de Deportes para crear una Agencia de Deportes Nacional, forman parte de gran parte de los dislates que arruinaron mucho más nuestro deporte en tres años de gestión macrista.

Mientras destrozan a Marcelo Bielsa por la tonta idea de espiar a los equipos rivales en los entrenamientos, la mayoría de los periodistas deportivos argentinos ignora los avatares del señor Takeda.

Si un jugador de fútbol, un basquetbolista, un entrenador o un árbitro se equivocan, los periodistas deportivos somos implacables. Sumergimos su nombre en los mares del oprobio y le recordaremos , casi de por vida, aquel pésimo desempeño.

Una queja periodística se entrometió el pasado sábado en los pliegues de la prensa deportiva.

De las pocas cosas buenas de 2018 en el deporte argentino vamos a tomar una: el despliegue movilizador de algunas mujeres del club CUBA (Club Universitario de Buenos Aires) que lograron, al menos, una leve modificación en el estatuto social de una de las instituciones más retrogradas de la Argentina.

El deporte y el periodismo argentino tienen poco para recordar de un 2018 que fue testigo de la desgracia. Lo mismo que le sucedió al país.