Opina Deporte

John Carlin, el periodista británico que desparrama sus notas en la Argentina en el diario argentino de la calle Tacuarí, se ha sumado a la extensa lista de periodistas del mundo que atragantados por la flojera de ideas alrededor de la falta de actividades deportivas, ya escriben y dicen cualquier pavada.

Estos días son insoportables para la mayoría de argentinas.os que consumen medios de comunicación. Salvo excepciones, en general conformadas por los periodistas militantes de la verdad, el aluvión de noticias falsas que se desataron tratando de imponer la idea “quieren liberar a los presos” apabulló a una Argentina que tiene que defenderse de tantas cosas, incluido del peor periodismo.

Mientras Eduardo Feinmann revolea incoherencias desde Radio Rivadavia inspirado en los silencios de la emisora triste y oscura de la etapa 1976-1983, los espacios deportivos se llenan de proclamas autoreferenciales emitidas por el ex anunciador de indultos, Fernando Niembro, alegando que han levantado su programa (Oral Deportiva) que él conducía todos los mediodías “por censura”.

En uno de los libros más importantes sobre periodismo, recomendable para todo/a joven que arranca en esta profesión, el compañero español Pascual Serrano dice: “En los últimos tiempos el debate sobre el periodismo se limita a discutir sobre el formato y la presentación. «Sustituyen el problema del contenido por la cuestión de la forma, colocan la técnica en lugar de la filosofía. Solo hablan de cómo redactar, cómo almacenar, cómo transmitir algo. Pero qué redactar, qué almacenar y qué transmitir, de eso ni una palabra”. (“Contra la neutralidad”, Ediciones Península)

No son todos días de tristezas al contemplar el mundillo de la prensa dominante y mercachifle en la Argentina. Buenas ideas, de algunos pocos buenos periodistas, alejan la sensaciòn de soledad informativa y creativa que abunda hoy en el país – sobre todo- en los espacios de televisión y radio. 

¿Mejores o peores? ¿Cómo quedará el periodismo deportivo después del coronavirus? La semana pasada nos preguntábamos cuál será el destino del deporte cuando los tiempos de la plaga se hayan ido. Mostrábamos remota esperanza. Para nuestra profesión, que vive en general a la sombra del resultadismo, y resuelve sus urgencias atrás de atletas vencedores, futbolistas vencedores, clubes vencedores, la cosa se le puso fea.

No hay muchas reflexiones interesantes en el mundo alrededor de la tragedia que nos acecha. Veamos que ocurre en el submundo del deporte. Pablo Aimar, el entrenador de la selecciòn juvenil Sub 17 de la Argentina ha dicho:"Ojalá que este momento que atraviesa al mundo sirva para entender que hay personas fundamentales en una sociedad. Los médicos, los enfermeros, la gente de la salud, son importantes, y no los jugadores o los periodistas".

Ahora que unos cuantos se dieron cuenta (no es lo mismo que comprender, reflexionar y repensar) cuál es el orden de prioridades en la vida, el mundo del Deporte se agita al ritmo de una obviedad que no era obvia: la desproporción entre quienes se la llevan toda y quienes apenas cuentan con alguna moneda para sobrevivir.

Hay un momento en la vida en que los periodistas en vez de solucionar problemas los crean. Este es uno de ellos. Todas las cuestiones del coronavirus que se debaten en la TV y en la radio (por citar sólo dos de las fuentes mediáticas más seguidas) tienen a un protagonista o una protagonista de nuestra querida profesión desparramando desconocimientos.

¿Para qué sirve una final de un campeonato si la mayoría de un pueblo no la ve? Bajo la noche del sábado, los deteriorados ojos de las y los hinchas de River no podían creer las pálidas imágenes de un equipo que balbuceaba en Tucumán.