Es el mes de los balances, y cada vez hay más. Y no solamente del año, también de la década (parece que todo el mundo ha aceptado en que se termina ahora y no el año que viene). Quizás en la próxima o próximas columnas haya algo de balance y puesta en perspectiva, pero esta vez no, que todavía ni comenzó el verano. A cambio de eso, van algunos síntomas que nos alertan -todavía más- sobre el estado del cine y de nuestra relación con las películas en estos tiempos.

Los sitios de Internet cambian, y sus aplicaciones para teléfonos también. Algunas modificaciones son necesarias, inevitables; otras, además, son bienvenidas. Y hay otras que desconciertan. Entre las categorías del buscador de IMDb -sitio de información sobre cine y televisión de referencia- antes estaba “personas”, y su equivalente en inglés era “people”. Ahora eso ha cambiado, “personas” y “people” ya no están; y en su lugar -o algo así- vemos que en castellano dice “famosos” y en inglés se lee “celebs” (por celebrities). No es un cambio menor ni poco significativo. El buscador parece sugerirnos que si vamos a buscar a alguien no muy conocido quizás no estemos en el lugar más indicado. O, tal vez, que todos los implicados en el cine, a cualquier escala, tendrán al menos sus quince minutos de fama. Se puso warholiano IMDb.

Llega un mail con el anuncio de un estreno. Una película de terror japonesa llamada El aro, del prolífico Hideo Nakata. Dice que es para mayores de 14 años, lo que resulta extraño dado que no hay tal categoría en la Argentina desde hace más de tres décadas. La más cercana es Sólo apta para mayores de 13 años. Pero eso es menos sorprendente que la información de “formato”. Allí dice “doblado”. Entiendo que esto nos indica que la película no se estrenará en su idioma original sino doblada al castellano. ¿Recuerdan cuando las películas dobladas eran solamente algunas Aptas para todo público y aún en esos casos había algunas funciones en idioma original? Ahora las cosas son así, dobladas, casi quebradas, y se nos dice cada vez con mayor frecuencia que “la gente no quiere leer subtítulos”.

Vi The Irishman de Martin Scorsese, y les adelanto algo del balance: está entre mis favoritas del año. Disfruté enormemente de una narración convencida y convincente, de esas que transmiten la seguridad y el aplomo del narrador. Nos pasó a muchos: ver The Irishman nos dio la sensación de estar de vuelta en un lugar apreciado, valorado, de volver a casa, a ese cine que a muchos nos hizo enamorarnos del cine. Scorsese hace otra película de mafiosos, otra vez con Robert De Niro, Harvey Keitel y Joe Pesci, y por primera vez con Al Pacino. Y los personajes viven muchas décadas en el relato, y los cuerpos de los actores rejuvenecen gracias a tecnologías digitales. Y si no estaban esas tecnologías… ¿quiénes podrían haber interpretado a los personajes cuando jóvenes? Una de las tantas tristezas que nos trae The Irishman es la de comprobar que los De Niro y Pacino actuales son De Niro y Pacino, con casi ochenta años. Es sin dudas prodigiosa esa tecnología para hacerlos rejuvenecer pero nos cuesta pensar en una película parecida a The Irishman dentro de algunas décadas, con otros intérpretes. ¿Di Caprio? Podría ser, y ya casi tiene cincuenta años. ¿Y después? El cine ya no es el de estos señores, el cine ya no es de estos señores. Y se podría hacer el chiste obvio: si con The Irishman muchos tuvimos la sensación de estar en casa quizás fue debido a que la mayoría la vimos en casa, porque la posibilidad de verla en el cine fue muy limitada, casi del orden de la peregrinación. Cuando vi Casino -de una duración bastante cercana a The Irishman- en el cine la vi unas tres veces, en la sala 1 del Metro, y no en días consecutivos. Las películas de Scorsese podían durar semanas en cartel en salas grandes. Pero eso fue en el siglo pasado. Hoy en día estamos en otro mundo, uno en el cual las películas están “por todos lados” pero el cine parece estar cada vez más encerrado y amenazado, más lejos de casa.