Hace más de 20 años que escribo sobre cine. Y tanto en la revista El Amante como en otros medios he escrito no sólamente crítica de películas en particular sino también notas con números, datos, y advertencias acerca de la progresiva destrucción de la variedad del cine, del peligro del crecimiento monstruoso del “film-acontecimiento”, del evidente desastre que ocurriría si seguían estrenándose películas con cada vez más copias. Ya pasaron más de 15 años de las primeras de esas notas, incluida una entrevista-debate con Jorge Coscia, quien era el presidente del INCAA en un momento clave y fatalmente desaprovechado. Todo eso está publicado, impreso, se puede encontrar. No eran iluminaciones especiales mías, y probaron no ser paranoias: eran constataciones a partir de lecturas de libros, de Las Guerras del Cine de Jonathan Rosenbaum por ejemplo, y del estudio de casos históricos de países como Francia, Corea del Sur y otros.

Hoy, ante el estreno de esta película llamada Avengers: Endgame, les dejo a otros la tarea -si les interesa- de contar la cantidad de copias que ostenta. Es cada vez más sencillo: tomen el total de salas del país, resten unas pocas, muy pocas, casi nada, y el resto es para “la de superhéroes”. ¿Quieren contar cuántas copias de los Avengers son dobladas al castellano? Me aburrí de contar función a función, como lo hice tantas veces: ¡son un montón!, y cada vez son más. Ya escribí también sobre eso, en La Nación hace algunos años, en Ñ de Clarín hace más años, y hace un montón de años en El Amante. También, acá en Hipercrítico, me quejé de la tendencia de ser “fan” en general y de sagas y franquicias y todo eso en particular. Ahora cada vez es más difícil encontrar reacciones críticas ante las películas -grandes y chicas-, la información precisa ha dejado de importar (o importa menos que antes, aún menos de lo poco que importó casi siempre  en este ambiente) y se sacan conclusiones sobre cine con pasmosa velocidad, incluso antes de ver las películas, antes de preguntar, antes de debatir. Se dicen cosas que no se ajustan a la realidad y bueno, en todo caso que se joda la realidad. Gritos de fans, consignas de fans, festejos de fans, en todos los ámbitos del cine, en el gigante y en el resto (que es ínfimo, pequeño, cada vez más indefenso) se combinan -a veces hasta creen que se enfrentan- con necedades diversas según necesidades coyunturales mezquinas, pequeñas, aún más pequeñas que ese burgués que tanto denostan desde ínfulas y berrinches pretendidamente contestatarios y superficialidades pret-a-porter con el sello volátil de lo que creen que es “como de izquierda” según el viento del día.

Gente, chicos y chicas, pueblo, extraterrestres: esta de los Avengers se llama Endgame. Endgame, se los están diciendo en la cara: había que ver antes el problema, y yo les avisé desde mucho antes de que existiera Instagram, por ejemplo. Ahora quizás sea tarde, sobre todo si siguen sin reconocer que la crisis del cine es profunda, y que lo primero que hay que hacer para trabajar sobre ella es fijarse que los datos estaban desde antes, tanto los de los problemas de las copias de los tanques como los problemas de la distribución y exhibición independiente en general y del cine nacional en particular (sí, adivinaron, también escribí mucho sobre eso). Disculpen, pero genera mucho fastidio todo esto: se llama ENDGAME, por dios. Mientras tanto, una película de las que antes -con menos epidemia de tanques- podría haber llegado a más gente, fracasó de forma horrible. Es Vox Lux, de Brady Corbet, protagonizada por Natalie Portman. Ah, perdón, no por Natalie Portman, mejor dicho por la piba de algunas Star Wars, esa saga de la que me cansé de escuchar que todas las nuevas películas eran re buenisimas. Todas eh, y todas eran la mejor de la historia. Y sí, también les dije que no lo eran. Sí, este es -fue- un artículo pedante. Sí, lo reconozco, pero abran los ojos de una buena vez y vean que esto se llama Endgame. Y yo les avisé cuando el juego estaba empezando, o al menos todavía no había llegado a la mitad.