Estas semanas de mayo, el mes post Bafici, han ofrecido muchos estrenos de cine. De hecho, en cuatro semanas fueron más de 50 lanzamientos. Realmente muchos, ¿demasiados?, ¿hay manera de que se les preste la atención que merecen?, ¿de que tengan relevancia distintiva en los medios, en las redes?, ¿hay un público, o unos públicos, que puedan ser interpelados por esa cantidad de títulos?. Y varias de esas películas que se estrenan pasaron por el Bafici. Alguna de la edición del año pasado, pero la mayoría nuevas, vistas en la edición número 20, que ocurrió en abril.

La semana pasada se estrenó la película de apertura del Bafici, la comedia romántica en la noble tradición clásica del re matrimonio, la argentina Las Vegas de Juan Villegas. A una semana del estreno, ha quedado en apenas dos horarios en una sala del INCAA. La película tuvo críticas positivas, muy positivas. ¿Pero las críticas llevan, hoy en día, gente al cine? Lo que lleva gente al cine es una marca conocida, lo que lleva gente al cine es una cantidad demencial de copias montadas en una campaña global, lo que lleva gente al cine ya no es necesariamente el cine sino lo que podemos denominar un evento (al respecto, como siempre, hay que ver el libro de Jonathan Rosenbaum en el que advertía sobre esto: Las guerras del cine -  Cómo Hollywood y los medios conspiran para limitar las películas que podemos ver). Uno de los protagonistas de Las Vegas es Wos, freestyler de 19 años con 625.000 seguidores en Instagram. ¿Las nuevas generaciones van al cine? ¿Incluso se lo llegan a plantear? Comedia. Cine argentino. Espectadores esquivos, y cuando no son esquivos hay otros problemas, otros ripios sobre los que habría que prestar mucha atención; esto puso el director de Las Vegas, Juan Villegas, hace dos días en Twitter: “Último día para ver LAS VEGAS en muchos cines. En uno de ellos había cumplido la media de continuidad pero sale igual, porque el exhibidor obliga a renunciar a ese derecho como condición para programarla”.

El cine argentino es más variado y atractivo de lo que la mayoría del público cree. ¿Estamos en un momento de esos en los que la idea de “cine argentino” ha vuelto a espantar o a dejar indiferente al público salvo por las excepciones con las escasas estrellas convocantes? No sé si hay que responder ahora a todo eso pero al menos habría que plantearse -¿otra vez? ¿por última vez?- las preguntas. El cine mundial es mucho más variado y atractivo que lo que nos hace creer el régimen de ocupación de los Avengers y aledaños. Pero para no seguir con las preguntas y las quejas, va lo que escribí sobre Las Vegas para el catálogo del Bafici:

“Una comedia romántica múltiple, nada menos. Y en la playa argentina, en Villa Gesell. Las Vegas se llama el edificio, vaya uno saber porqué, y tampoco son claros los motivos por los que se bautizan estas construcciones adocenadas con nombres rimbombantes, como si fueran palacios merecedores de distinción. Y vaya uno a saber las razones por las cuales no hay tantas comedias románticas en el cine argentino en su franja más independiente. Pero Juan Villegas se juega a pleno por el género, por la inestabilidad que permite la ambigüedad, por los chistes múltiples en diálogos escritos con devoción, por la búsqueda pertinaz del efecto inmediato del timing exacto, incluso por el humor físico (y se revelan más aptitudes de Pilar Gamboa). Y, entre todo esto, en cada decisión, Las Vegas cree una y otra vez en sus personajes.”

Y aquí las sensaciones luego de la apertura del festival.

Esta semana se estrenó la película que fue la clausura del pasado Bafici, y que venía de ser la apertura de Berlín, en donde ganó el premio al mejor director. El director: Wes Anderson. Y como dije, un poco al pasar, aquí en la crítica de la película, hay algo de deprimente en que el público que reconoce a Wes Anderson como uno de los directores ineludibles del cine contemporáneo (y ya lleva dos décadas en esa posición) es un conjunto demasiado reducido. ¿Se imaginan a un lector de Primera Plana en los sesenta que no conociera el nombre y el cine de Ingmar Bergman y de Roman Polanski? Bueno, Bergman no está más, y a Polanski lo conocen los viejos lectores del semanario fundado por Jacobo Timerman y se sumaron algunos cinéfilos de ese grupo reducido que sabe quién es Wes Anderson. Y ya no existe una publicación del nivel de Primera Plana ni de su nivel de masividad: 100.000 ejemplares por semana. Cuando existía El Amante -que muchos colegas periodistas y críticos, creo, no defendieron con la decisión que había que tener cuando fue atacada mediante quita de aviso oficial mientras ningún otro medio de cine padecía esa situación- la mucho menor cantidad de lectores de la revista sí sabía quién era Wes Anderson. Pero el lector promedio de El Amante era un lector deseante y muy especializado en cine. Lo que es muy difícil de encontrar hoy es ese consumidor cultural, no necesariamente cinéfilo, que sepa quiénes son los cinco o diez directores más relevantes del momento. Ese consumidor cultural existía en mucho mayores números en los sesenta, en los setenta e incluso en los ochenta y parte de los noventa… ¿y ahora dónde está? ¿es normal tener que explicar quién es Wes Anderson? Sí, es normal, porque se hizo frecuente, recurrente.

Isla de perros, con voces de estrellas pero con perros animados como imagen es una película para ser vendida y difundida con el nombre de su director. Y que su director no sea todo lo conocido que debería ser es una de esas constataciones tristes, como esas que marcan el fin de algo. El cine está en peligro: apreciados lectores de esta columna pasional, si no vieron Las Vegas intenten verla ya en los escasos horarios que quedan, y vean pronto Isla de perros porque si fracasa también la película de Wes Anderson es probable que la diversidad del cine quede circunscripta en exclusividad en los festivales. Cuando sólo estén las Avengers, las de los otros súper héroes y las animadas globales, sean excelentes o malas, ya no habrá ni siquiera otros afiches para recordarnos que no todo son súper cosas, para tener pruebas de que existió algo llamado cine que nos podía sorprender con formas distintas y nuevos personajes y no meramente con la cantidad de marcas registradas previamente probadas que se pueden juntar y desfilar ante multitudes globales a las que ya no les importa si ven cine en idioma original o doblado.