Por motivos que por ahora no vienen al caso -en unos meses les cuento- volví a ver, luego de 15 años, Election, la película de 1999 que aquí salió en 2000 directamente en VHS como La elección. Era otro mundo. Película consagratoria para Alexander Payne y también para Reese Witherspoon, su no aparición en cines argentinos fue una falla que en esos momentos, para repararla, tomó más tiempo del que llevaría hoy. No vimos en cines una comedia fundamental, de una malignidad soberana. Se trataba, a la vez, de una película que no era total y claramente cínica contra los personajes. Todos parecían tener sus razones, incluso cuando provenían de la mezquindad o de limitaciones intelectuales. Pero hay cuestiones más llamativas en esta excursión a una película de otro siglo.

Una de las compañías productoras era MTV, que en ese momento era una marca crucial, todo un signo global cool. La película está salpicada de lo que en ese momento era un lenguaje más corriente, “más joven”, “más canchero”. La película disponía sus propias comillas, sus propios comentarios, sus burlas. Usaba, para poner a los personajes bajo presión y absurdo, el tema principal de Navajo Joe, película de 1966 de Sergio Corbucci. La música era de Ennio Morricone, un uso-recuperación-relectura del compositor anterior al de Tarantino en Kill Bill, por ejemplo. Los coros iniciales de Navajo Joe quedaban, en el contexto suburbano y limitado de Election, como unos gritos enloquecedores que dejaban a los personajes bajo presión y bajo una tormenta sonora de burla. La musicalización de la película, toda ella, era de una sofisticación y una variedad que iba más allá de cualquier idea de venta de videoclips en MTV. La película usaba recursos como congelados (memorable el de Tracy Enid Flick victoriosa tras el vidrio), flashbacks arteros, imaginaciones con rostros mirando a cámara, sobreimpresiones visuales y un montón de modismos anti realistas que luego serían cada vez menos frecuentados en el indie estadounidense.

Election utiliza la deformidad visual y los recursos artificiosos para contar una historia cotidiana de un colegio secundario en Nebraska. Lo cotidiano no quita lo crucial: los hechos que vamos a ver cambiaron la vida de varias personas para siempre. Tracy y el profesor McAllister, y más gente alrededor. Para poder contar tanto, Payne recurre a voces en off de los cuatro protagonistas. El profesor responsable -y a fin de cuentas manipulador- de la elección escolar y los tres candidatos. Cada uno cuenta su historia y su punto de vista, sus razones o sus imbecilidades. Y hay algo clave: las dos mujeres pueden ver más allá, manejan una visión mayor, llegan a la estrategia. Los dos hombres, con suerte, apenas llegan a la táctica, y la mayoría de las veces ni eso.

Election plantea un mundo provinciano y escolar espantoso, chato, gris y marrón. El chico popular-deportista y con escasa actividad neuronal está “salvado” por la fortuna de su familia, lo mismo que su hermana. Son el profesor Jim McAllister y la alumna excelsa, precisa y ambiciosa Tracy los que deben moldear su futuro. McAllister no está del todo incómodo en su mediocridad; Tracy ve todo el tiempo más allá, al punto de correr el riesgo de llevarse todo puesto. Pero ella es la que tiene chances de escapar de este ambiente deprimente, de este páramo, de esta negación de la variedad y el movimiento urbanos.

Por si no lo tienen claro, Election es una gran película y es hora de que la vean si nunca lo hicieron (fue un fracaso en términos de taquilla en su momento). Y para finalizar, hay algo que no me queda claro a mí: el horror estético del suburbio es obviamente intencional, pero no sé a ciencia cierta si el vestuario de McAllister y los adultos es también parte de la sátira feroz de Payne o si era uso de la época. Prefiero confiar en la malignidad del director antes que intentar recordar algunas modas de fines de los noventa.