
Este año fui a dos de los más grandes festivales de cine del mundo: Berlín y San Sebastián (décima vez en Berlín, segunda en San Sebastián). Dos festivales notables, además, por la cantidad de público que asiste a las funciones. Cines de gran capacidad llenos a cualquier hora. Gente que va al cine. Incluso más y mejor: gente que va al festival, y que paga entradas más caras que las del cine “comercial”. Pero no iba a hablar de festivales y público -aunque el tema es de los que más me interesan- sino de ver películas en aviones. Suelo ver o revisar películas en aviones, pero en general me las llevo yo mismo: cuestiones laborales. Sin embargo, hay momentos en los vuelos largos en los que decido ver alguna película de las que ofrece la pantalla individual, que suelo revisar también por cuestiones laborales. Ahora bien, en esos dos viajes a festivales de este año, cuando decidí ver alguna película en esas pantallas más allá de necesidades laborales, vi dos películas del mismo director: Steven Soderbergh.
Soderbergh es uno de los realizadores más prolíficos del cine actual, con casi cuarenta largometrajes en poco más de tres décadas y media (y eso que se tomó algún momento sabático y que ha dirigido además algunas series). Es, además, y será muy difícil que alguien lo supere, el ganador más joven de la Palma de Oro en Cannes, que recibió por su ópera prima Sexo, mentiras y video a los veintiséis años. Pero no son estos datos los que uno, o yo al menos, tiene en mente a la hora de elegir una película para ver en un avión. Hay algo del cine de Soderberg que atrae inmediatamente, o que al menos me llama la atención entre títulos y títulos. Se trata de uno de esos directores en los que, finalmente, uno ha terminado confiando, incluso luego de aborrecer películas como Traffic -con la que ganó un Oscar como mejor director- o nunca querer ver las Ocean’s Eleven y otros números. Quizás alguna vez las vea, ojalá en un avión.
En el viaje hacia Berlín vi Magic Mike’s Last Dance, de 2023, con Channing Tatum y Salma Hayek. Y en el viaje de regreso de San Sebastián vi Black Bag, de 2025, con Cate Blanchett y Michael Fassbender. La primera es, según IMDb, una comedia y un drama y además un “showbiz drama”. La traducción de “showbiz drama” más a mano, por uso, quizás sea “drama sobre el mundo del espectáculo”. Pero en realidad “showbiz” indica, en lo de biz (por business), la dimensión del negocio (del espectáculo). Drama del negocio del espectáculo, diríase. Y diríase que Soderbergh es un director que suele ajustarse al presupuesto, al plan de rodaje, etc. Un director cuyas películas que han perdido dinero son muy pocas. No le gusta perder el dinero de los demás, dijo alguna vez. Black Bag es una de espías, e IMDb agrega que también “thriller psicológico”, “drama”, “misterio”, “romance” y “thriller”. Todo eso en apenas noventa y tres minutos incluyendo unos cuantos dedicados a los créditos. Soderbergh, en un gesto demodé, hace una película de espías que dura menos de hora y media. Y, en otro gesto demodé, hace una película con star power en modo más bien clásico: esta es una película sobre Blanchett y Fassbender en ambientes de lujo, vestidos de lujo y comiendo de lujo, manejando los destinos de occidente desde el mundo del espionaje de alto nivel. Esas cosas, y un romance también de lujo, con rumbo y esplendidez. Los detalles de la trama importan relativamente mientras uno ve una de esas películas que transmiten a un director relajado, al que no parece importarle nunca la perfección sino más bien la posible seducción de sus relatos. Magic Mike’s Last Dance también transcurre mayormente en Londres, y en ambientes de lujo. Y si no escribí sobre ella hasta este momento -¿o lo hice?- es porque no tengo mucho más qué decir por fuera de que las películas de Soderbergh son ideales para los aviones. Y debería decir también que me había olvidado que Soderbergh era el director de Behind the Candelabra y de las dos partes del Che (que se parecen poco; incluso las dos Che son muy distintas entre sí).
En el medio de Magic Mike’s Last Dance y Black Bag, Soderbergh dirigió seis episodios de una serie y ocho de otra. Y, además otra película, una de terror. En 2025, además, estrenó una película más, en el reciente festival de Toronto, sobre temas que no tienen que ver con ninguna de las películas nombradas hasta este momento en este artículo, que termina ya mismo antes de tentarse demasiado y llegar a decir que Soderbergh es, en algunos aspectos, uno de los directores más conectados con el período clásico de Hollywood. Y ahora sí termino, antes de que me tiente aún más y diga que el espíritu de Howard Hawks, el de las dos H, quizás esté vivo en Soderbergh, el de las dos S, y que SS quizás ya haya abarcado más variedad genérica y temática que HH. Y en tren de repetir caracteres, este es mi artículo 555 para Hipercrítico.



