Esta columna se publicará, o se publica, o se publicó, el lunes 17 de marzo. Un día después, el martes 18, será o es o fue el anuncio de la programación completa del vigésimo sexto BAFICI. Pero una semana antes del 18 se anunciaron veintiséis películas de la edición. Aquí dos de ellas que me gustan particularmente y que están conectadas porque ambas transcurren en casas que son palacios, en ambas sobrevuelan fantasmas, en ambas hay diversas máscaras y ambas son de esas películas que pueden pasar desapercibidas en un festival y merecen ser vistas.
Una de ellas es La vita accanto de Marco Tullio Giordana (el de La mejor juventud, que hace unas dos décadas fue un gran éxito en estas tierras en el cine Cosmos). La vita accanto por el momento no tiene distribución en la Argentina (apuesto que no la tendrá), tampoco fue un gran éxito en Italia y no tuvo demasiada circulación en otros países. Estrenada en el festival de Locarno, la de Giordana es una de esas películas que no abundan y que recomiendo que no se pierdan en el festival. La vita accanto trata, más o menos, de estos asuntos: una familia adinerada, con una casa a la que llamar lujosa y palaciega es quedarse muy corto, celebra el nacimiento de su esperada hija. Pero una marca roja cubre la mitad del rostro de la niña, lo que obsesiona a su madre hasta que la rechaza. Su tía, una célebre pianista, asume su crianza y descubre su extraordinario talento musical. ¿Qué tenemos? Melodrama, seguro. Y tenemos el histórico dominio italiano en estas lides, la capacidad y la confianza para poder seguir haciendo estas películas riesgosas, grandes, de sentimientos expuestos. Película de las contundentes, cargadas, o recargadas, este melodrama familiar tiene varios momentos magistrales, sobre todo en el sublime segmento de la protagonista con seis años, de un orden de la emoción muy difícil de conseguir, que uno tiende a pensar -por admiración y por antecedentes- que quizás hayan sido escritos por otro Marco. Sí, Marco Bellocchio, uno de los mayores cineastas del presente, figura como uno de los guionistas de La vita accanto. El cine italiano supo, y todavía sabe, a juzgar por La vita accanto, asomarse sin melindres y sin medias tintas al melodrama familiar y social y hacer películas de respiración grande. Recordemos que fue un italiano el que hizo El gatopardo, uno de esos milagros admirabilis del cine, melodrama familiar, social e histórico (e histórico en varios sentidos).
La otra película tiene aún menos chances de ser distribuida en Argentina e incluso corre el riesgo de ser aún más soslayada en la programación. Se trata de Pai nosso - Os últimos dias de Salazar de José Filipe Costa, estrenada en el Festival de Rotterdam. Cuenta, como dice el título, los últimos días de António de Oliveira Salazar, uno de los dictadores más famosos del siglo XX y que estuvo décadas en el poder. (La historia del siglo XX, hoy en día, es un gusto cada vez minoritario, como todo lo que solía importar, o importarnos; pero ese es otro tema.) En 1968 Salazar sufrió un derrame cerebral al caer de una silla. Cuando regresó a su palacio para (intentar) recuperarse ya no era presidente, pero él no lo supo y nadie se lo dijo, en una suerte de conspiración para mantener un status quo apenas doméstico (además, el propio Salazar había ordenado que no se supiera del accidente, de la caída). La inercia, las costumbres, la costumbre de mandar: pero Salazar no sabe que ya no manda en Portugal. Película crepuscular en más de un sentido, incluso desde el tratamiento de la luz, Pai nosso - Os últimos dias de Salazar es también, a su modo, una película de fantasmas (que no faltan en La vita accanto, para conectar un poco más estas dos películas). Una película de singular inteligencia, íntima y política y también, a la vez -o por eso mismo-, sobre las máscaras y el costo de su permanencia, o de la permanencia a cualquier costo.