Comenzaron las clases. Bueno, para algunos ya habían comenzado mucho antes: fines de febrero para jardín y primaria, principios de marzo para la secundaria. He dado clases en primaria en todos los grados menos en primero y segundo y he dado clases en todos los años de la secundaria. Y también en terciarios oficiales y no oficiales. Y también en la universidad, en dos facultades de la UBA hace tiempo, y ahora, desde 2021, en la Universidad del Cine. La materia -anual- es Redacción de Crítica Cinematográfica, que comenzó con nuestra cátedra (Sebastián Rosal como Jefe de Trabajos Prácticos, yo como Titular), es decir que es una materia joven sobre una disciplina que tampoco es tan antigua como la crítica en general.
De esa materia, entonces, empezaron las clases el lunes de la semana pasada. Y en la primera clase surgieron algunas cifras: hace treinta y dos años di mi primera clase en un aula, y la primera sobre crítica fue hace veinticinco años (unos pocos años en la Escuela Superior de Cinematografía y luego algo así como una década en la Escuela de El Amante). No era demasiado consciente del paso de semejante cantidad de años, pero sí de que la enseñanza de estos asuntos a fines del siglo pasado y a principios de este siglo tenía algunos componentes muy distintos. Muy brevemente y sólo en un aspecto: más de dos décadas atrás estábamos muy atentos a lo que se decía en los medios en papel -diarios, revistas- sobre los estrenos de cada semana; hoy en día la compra de diarios impresos es una rareza y casi no existen revistas de crítica de aparición regular en papel. Pero lo más relevante es que, más allá de la digitalización, los alumnos -que afortunadamente cada año son más- mencionan, antes que a un medio tradicional o un crítico en particular, a Letterboxd. Fue reconfortante que un alumno, sentado al fondo del aula, mencionara y elogiara la escritura de Quintín, pero ese tipo de contacto con una forma de hacer crítica está lejos de ser el más frecuente. Tenemos hasta noviembre para sugerir horizontes más allá de Letterboxd, o incluso también para analizar, interpretar y comentar Letterboxd.
La primera clase de la materia siempre suele centrarse en qué es la crítica, en sus diferencias con la reseña, en la pertenencia de la crítica al periodismo cultural, la pertinencia o existencia de ambas cosas y, claro, nos centramos sobre todo en digresiones, todas las que surjan. Porque finalmente creo que por más que intentemos huir de ciertas etiquetas, suele pasar que todos los años, al terminar la cursada, me doy cuenta de que somos una cátedra un poco kaeliana, por Pauline Kael, y muy wildeana, por Oscar Wilde, que escribió El crítico como artista antes de la existencia misma del cine. Dice Wikipedia: “El Crítico como Artista es un ensayo de Oscar Wilde que contiene las declaraciones más completas sobre su filosofía estética. Es un diálogo en dos partes, de lejos, el más extenso incluido en su colección de ensayos titulada Intenciones publicada en mayo de 1891.” En ese ensayo hay tantas ideas y tantas digresiones, sobre la crítica, el arte y la vida en general, que solemos quedarnos varias clases en El crítico como artista (y sobre, por, para y varias preposiciones más). Lo bueno de Wilde es que -resumiendo- es buenísimo o más que buenísimo. Y lo bueno de usarlo en las clases es que cuando tomamos el final a los alumnos de 2023, todos eligieron como tema para empezar a hablar El crítico como artista, de 1891, en tiempos de Letterboxd.