Elizabeth Maresal Mitchell nació a principios de 1974, así que en septiembre de 1985, cuando un montón de cocaína cayó en medio de la naturaleza en Tennessee y un oso terminó muerto por ingerirla, ella tenía once años. Quizás haya leído sobre el asunto en el diario, o probablemente lo haya pispeado por televisión, hasta distraída, saliendo de su casa hacia el afuera de los ochenta. O quizás ni se enteró. Lo que es seguro es que Elizabeth fue una niña y una adolescente en los ochenta, cuando el cine que se ofrecía hasta tenía personajes nuevos año a año, cuando las cosas eran más aireadas. Y cuando había en el cine pantallas más grandes y salas con más butacas, y películas con más desenfado y más energía y la cultura popular se entendía como tal y no se la confundía con lo meramente masivo. Mucho tiempo después Elizabeth pasaría a formar parte del cine, o mejor aún parte fundamental de la comedia estadounidense, sobre todo a partir de Wet Hot American Summer, de 2001. Y la conoceríamos como Elizabeth Banks, flaca y muscular. Elizabeth dirigió Pitch Perfect 2, la mejor de las tres, y actuó en un montón de películas, hasta en varias de Los juegos del hambre.
Cuando vi el trailer de Cocaine Bear quise verla inmediatamente, pero se estrenó en cines a fines de marzo de 2023 y en esas semanas no tenía tiempo ni de enterarme de los estrenos. De hecho no recordaba que se había estrenado en cines, y hasta comenzar a verla por HBO Max ni siquiera sabía que la había dirigido Elizabeth Banks. Y la vi y ahí estaban la energía y la pasión por un cine realmente vibrante, atractivo, descaradamente seductor, hasta kaeliano en su lógica directa, física y rotundamente plebeya. Lo que es seguro, o eso vamos a decir acá y ustedes deben creerlo, es que Elizabeth quiso hacer una película que conectara con el corazón y la mente de 1985, un momento en el que no había que pedir perdón por ponerle garra, músculo y diversión a las películas y no había que hacerlas durar más de dos horas. ¿Incorrecciones? Ni siquiera nos preocupábamos por esas sandeces, seguro que declaró Elizabeth eso mismo o algo por el estilo. Seguro y más seguro: Elizabeth hace películas con personajes femeninos fuertes, no en la tradición de bodrios como Nomadland (bueno, tampoco hay que adjudicar tradición al oportunismo anémico) sino en la tradición poderosa de Linda Hamilton en Terminator, la madre atlética que defiende a su cría. Elizabeth pone en ese rol a Keri Russell, que hasta salió en tapa de Women’s Health. Bueno, Elizabeth también salió en la tapa de Women’s Health y quizás podría haber interpretado con más ímpetu el papel de Keri Russell. Por su parte, el oso de Cocaine Bear no salió en la tapa de Women’s Health.
Ray Liotta, que murió en 2022, acá hace un papel intenso y nada saludable, como siempre. Cocaine Bear -u Oso vicioso en España, u Oso intoxicado acá- es una película que potencia intensidades, que se vuelve centrífuga en su idea de diversión, y que nos recuerda -con una de las tantas canciones legadas por Depeche Mode al mundo- que del cine así de festivo nunca podremos obtener suficiente, que siempre querremos más. Cocaine Bear es una de esas películas euforizantes y no estuvo en las tapas de revistas de cine prestigiosas, de las que ya quedan pocas. Es una lástima que no sea más reconocida y que haya recibido demasiadas críticas burlonas, cancheras y vacuas, porque Cocaine Bear es una película festiva y sangrienta en la tradición de Cocodrilo (Lake Placid), que tampoco fue reconocida en una época en la que había más revistas de cine y la crítica de cine tenía un mejor mínimo común denominador. Cocaine Bear y Cocodrilo son de esas películas dignas de un doble programa que transcurren en la naturaleza y que despliegan muchos personajes y hay alguna idea simple y noble por ahí: no recuerdo la de Cocodrilo pero la de Cocaine Bear es que el amor de una madre puede ser una fuerza gigante. Cocaine Bear está dedicada lógicamente a Ray Liotta, pero seguro que después, en su casa, Elizabeth se la dedicó a sus hijos. Y se fue a dormir tranquila por seguir siempre en movimiento, por haber hecho una película que no parece de estos tiempos.