Todo se complica. Semanas después de sus respectivos estrenos, tarde, muy tarde -y no aceptablemente tarde ni elegantemente tarde ni fashionably late- vi Minions: nace un villano y DC Liga de Supermascotas. Todo se complica. También los títulos. Con los dos puntos, con la marca adelante, también podría ser con algún número o alguna otra indicación cronológica o de otro tipo. Extraño los títulos más contundentes como Lo que el viento se llevó, El exorcista, Nueve reinas, Una mujer es una mujer… Pedir entradas para una película con dos puntos en el título, pedir entradas y antes decir “DC”... Decir “Minions” y hacer la pausa de los dos puntos… 

Todo se complica. En fin, igualmente cada vez se piden menos entradas en términos verbales, cada vez es más raro encontrar a alguien que venda una entrada. Generalmente, hoy en día con una serie de pantallas se activa casi toda la secuencia de la venta de entradas que permiten la entrada a otra serie de pantallas más grandes. Todo se complica para algún lado, incluso con eso de “hacelo más fácil” mientras te muestran un celular oscilante y canchero en el “tutorial”. Ah, y CONTACTLESS. También hay autómatas que dicen frases repetidas que les mandan a decir, que disfrutes la película, así vayas a ver una de fusilamiento de niños. Hay excepciones en el mundo autómata, pero se van volviendo cada vez más excepcionales. Y hay ciertas facilidades, como la de poder saber sin llamar a los cines si una función está agotada. Igual ya casi nadie atiende esos teléfonos.

Todo se complica. Como pasa cada vez con mayor frecuencia, los nombres de quienes dirigen las películas entran en una suerte de cono de oscuridad, o de ocultamiento. Hay afiches por la calle ya sin el nombre de los directores de películas, “una película de Netflix”, dicen algunos carteles, el título de la película, una foto de actor actriz personaje o cosa que uno tendría seguramente que conocer si no viviera retirado de tantas cosas... y chau. Todo se complica. Busco quiénes dirigieron estas películas que vi tarde y con la mejor compañía. Minions: nace un villano la dirigió Kyle Balda, y acompañado: Brad Ableson y Jonathan del Val figuran como codirectores. DC Liga de Supermascotas la dirigió Jared Stern, y acompañado: Sam J. Levine figura como co-director. Cada vez más películas animadas incluyen esto de la co-dirección.

Todo se complica, también la existencia de la crítica de cine. O su lectura. Así que acá no haremos crítica ni lectura, ni escritura. Ni crítica ni reseña ni review. Ahora dicen “review” y alrededor parece que hablan en castellano. O dicen hablar castellano, fashionably adornado con cada vez más palabras en inglés. Y las muchachas aceptan afearse por la moda, decía Godard. Godard. Todo se complica. Y los Minions. La película Minions de 2015 era un bochinche horrible (link) y temía por Minions: nace un villano. Bah, no temía por la película, temía por mí ante la película, porque estas películas, si son malas, lo delatan en pocos minutos y después hay que aguantar. Pero el villano nace con fluidez, con narrativa, con gracia, hasta con emociones (como la risa con los chistes con timing y con lógica de cartoon, diría mi colega y amigo D’Espósito, que sabe mucho de animación). En esta de los Minions nace un villano pero sin villanía cinematográfica, más bien con honor de raigambre clásica en algunos términos. Las mascotas de DC, bueno, es una película carente de vida y que desconoce cualquier noción de gracia o gracejo, fluidez o elegancia, apenas es de moda (fashion) de marketing de superhéroes, tiene a los personajes siempre al medio del plano (no como Ozu sino como en la peor televisión), explica todo lo que pasa con diálogos -y el doblaje es malo, desganado, sin alma y sin ritmo- y falla y falla y falla en el timing, como si la hubieran hecho autómatas y te dijeran “que la disfrutes” de forma indolente, desdeñosa, ausente. Eso es, DC Liga de Supermascotas es una película ausente, de esas en las que el espíritu del cine huyó espantado, o más bien nunca estuvo.