Se retiró Bruce Willis del cine por padecer afasia. De alguna manera, ya estaba retirado desde hacía algunos años por la paradoja de la hiperactividad: estaba inmerso en un frenesí laboral y aparecía en los créditos de más y más películas, en general cada vez más irrelevantes. Su carrera de estos últimos años ya no era lo espectacular que supo ser, la del estrellato gigante, esas casi tres décadas de acumulación de glorias y muchas películas inolvidables desde mediados de los ochenta hasta principios de la década pasada (y sobre todo desde fines de los ochenta hasta fin de siglo). Se retiró Bruce Willis de la actuación y es una de esas noticias que impactan, pero no fue un corte abrupto de una carrera que estaba en la cima. Willis, niño de la posguerra, nació en 1955 en Alemania, hijo de padre militar estadounidense y madre alemana, y cumplió 67 años hace dos semanas.

El tirador de Don Siegel fue la última película que filmó John Wayne, y el legendario actor tenía en ese entonces apenas uno o dos años más que Willis hoy. Wayne hacía de viejo pistolero moribundo; claro, casi setenta años hoy no es lo mismo que casi setenta años en la década del setenta del siglo XX. Pero más allá de esos cambios sociales, de la mayor longevidad y de las costumbres, en el cine, o más bien en el star system, está pasando algo extraño. Hay envejecimiento -eso no es extraño- pero la renovación de las estrellas es escasa. Tomemos a todos estos señores: Bruce Willis, Robert De Niro, Clint Eastwood, Robert Downey Jr., Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, George Clooney, Al Pacino, Harrison Ford, Viggo Mortensen, Brad Pitt, Adam Sandler, Tom Cruise, Denzel Washington y Leonardo Di Caprio. El promedio de edad de todos estos es 67 años. El más joven es Di Caprio, que en 2024 cumplirá medio siglo. Más allá de que uno anda más o menos como Di Caprio y quizás cada vez le preste menos atención a los actores más jóvenes, se hace difícil pensar en que todos estos señores tienen hoy algo así como sucesores, actores que no necesariamente sigan el mismo camino pero sí que mantengan viva la idea de gran estrella de cine. Cuando se retiró John Wayne ya estaban ahí De Niro y Pacino, y también Stallone, animando el juego en las grandes ligas, en películas que se sabía que iban a perdurar y así lo hicieron, como El padrino y su primera secuela, o Rocky. Ellos y muchos otros proponían modos de actuar deslumbrantes, inventaban personajes, nos hacían creer en el futuro del cine.

Hoy se retira Bruce Willis y lo que puede leerse e interpretarse ante las múltiples reacciones es que se retiró alguien que no solamente es irremplazable -como cualquier actor con verdadera personalidad, o singularidad- sino que con ese retiro se vuelve más lejano un tipo de cine que, para decirlo de forma apresurada y un tanto torpe, tenía ambiciones de éxito pero a la vez podía salirse de la caja -hoy la caja es por ejemplo el universo de los tres mil hombres arañas, por favor un poco de flit- y jugar: había un cine que no pretendía ser “de nicho” pero que se permitía anomalías quizás porque no había necesidad de estar obsesionado con igualarse o diferenciarse. Había un cine que simplemente era, o que no podía renunciar a ser, un cine que se ponía en movimiento pero no necesitaba ser frenético. Un cine nada mínimo que podía volverse estrafalario, vivificante y energético. Entre 1988 y 1994 Bruce Willis actuó en casi veinte películas, entre ellas en esta selección de maravillas anómalas: la primera Duro de matar de John McTiernan, La hoguera de las vanidades de Brian De Palma, Hudson Hawk de Michael Lehmann, El último Boy Scout de Tony Scott, La muerte le sienta bien de Robert Zemeckis, Pulp Fiction de Quentin Tarantino y Las cosas de la vida (Nobody’s Fool) de Robert Benton. Todas anomalías, por distintos motivos; y sí, Duro de matar inició una serie de películas, pero esa primera no tenía las seguridades y las pruebas multiglobalpandemic que hoy se les exigen a los hombres araña y los hombres murciélagos antes de que se empiecen a rodar. Son películas que, vistas hoy, nos hacen pensar en un cine más libre, en el cine que asociamos con Bruce Willis en el momento cumbre de su carrera. Siete películas para ver una por día, una semana Bruce Willis, una semana con un actor que supo hacer todo sutil y explotar de las formas menos sutiles y más festejables, que supo decir -y gruñir- algunas de las mejores frases de las últimas décadas y además supo cómo hacer perceptible la sonrisa más mínima que jamás se haya conocido. Una semana con un actor de cine.