Don’t Look Up, la nueva película de Adam McKay, es algo así como una derivación lógica, un complemento de mayor alcance y mayor pulido narrativo, de la magnífica y extravagante Anchorman 2. Hasta podría ser la segunda parte de Anchorman 2, pero no la tercera Anchorman. Anchorman 2, de 2013, fue una película que, en modo de comedia hiper imaginativa y salvaje, alertaba sobre las consecuencias en ese presente de la destrucción del periodismo ocurrido algunas décadas atrás (link). El periodismo, desde fines de los setenta del siglo pasado viene suicidándose, degradándose, hundiéndose en la más brutal estupidez. Lo peor es que no termina de matarse, entonces queda por ahí un semi muerto cada vez más putrefacto, y cada vez son menos las excepciones. Las pruebas -sobran pruebas- de que el periodismo agoniza están muy a la vista en la abrumadora mayoría de estupideces y aberraciones que se han publicado o emitido en diarios, radios o canales de televisión en las diversas “coberturas de la pandemia”.

En Don’t Look Up uno puede ver la destrucción del sentido común, la incapacidad del respeto por el conocimiento, el fin de la idea de responsabilidad individual, la imposibilidad de prestar atención a una idea que no quepa en un baile de redes sociales o de televisión motorizado por uno o dos culos o por uno o dos o tres o cuatro gritos. O por “gatitos bebé”. La sátira de Don’t Look Up es frontal, contundente, hiriente, cómica, tragicómica, trágica. Es desesperante. En Kate Dibiasky, el personaje interpretado por Jennifer Lawrence, residen la sensatez y el estoicismo. Ella estudia, no está demasiado conectada con el mundo de los medios y cuando debe enfrentarse fracasa una y otra vez. Y reacciona con furia, hartazgo, incredulidad. Intenta entender, que las cosas hagan alguna clase de sistema. Pero ella, que puede descubrir un meteorito, no puede lograr entender la lógica de los medios ni de ninguna de las idioteces que la rodean. Y gruñe, y gruñe más. Y ante una no pregunta en una entrevista grita “¿cuál es la pregunta?”. Decir que Lawrence actúa bien es caer en perogrullo, o en understatement. Tanto ella como todos los implicados -y este debe ser uno de los mayores y mejores elencos del cine contemporáneo por fuera de una película de Wes Anderson- son intérpretes superlativos. ¿Las pruebas? Actúan perfectamente en una comedia. Mejor aún, en una sátira dificilísima, cargada de veneno y de riesgos. Una película clave para ligar con Don’t Look Up es La segunda guerra civil (Joe Dante, 1997), otra sátira en estado de gracia permanente y (aún más) corrosiva frente a la política, el marketing y los medios, de una lucidez que hoy en día obliga a mirar para arriba para verla mejor. Coincidencias: en La segunda guerra civil estaba también el gran -y grandote- Ron Perlman y la película fue “hecha para la televisión”. Diferencias: La segunda guerra civil fue vista por muy poca gente y casi nadie la recuerda, aunque es imprescindible. 

Don’t Look Up puede verse también como una actualización de Idiocracy (Mike Judge, 2006), o una secuela que en realidad es una precuela. Idiocracy (link) nos mostraba un futuro endiabladamente estúpido que ocurría en 2505, pero en estos quince años que pasaron entre esa película y esta película la realidad nos indicó que no había que proyectarse tanto hacia el futuro. Se puede comprobar con apenas alguna interacción frecuente con el mundo real que la lectura de corrido, la escritura más o menos inteligible y las operaciones aritméticas básicas son saberes cada vez más raros, menos frecuentes, cosas de minorías. Es ese fondo el que definía a Idiocracy y el que define, moldea a Don’t Look Up. McKay se ha convertido, además, en un narrador de una fluidez notable, en alguien que sabe cómo contar con claridad y brío y con una capacidad asertiva mucho mayor  que la que tenía en sus comienzos. Es un director avezado, que prueba que puede con relatos cada vez más complejos, y que se ha ganado unos cuantos odios por esta película. Claro, si uno se pone a reemplazar cometa o meteorito por cambio climático, y se pone a reemplazar al gobierno de la presidenta interpretada por Meryl Streep por el gobierno de Donald Trump, la película puede correr el riesgo de volverse intolerable. Decidí no leer nada sobre la película antes de verla, no miré ni arriba ni abajo ni al costado más allá de que me crucé con algunos breves comentarios en los que no quise profundizar con mayor lectura. Y vista así, sin atiborrarme de opiniones antes de verla, Don’t Look Up me gustó mucho. Creo saber dónde están los motivos de la irritación que ha generado en alguna gente y al cruzarme sin querer con un tweet de Adam McKay (https://twitter.com/GhostPanther/status/1476269416123830280?s=20) justo antes de empezar a escribir esta columna tal vez mi entusiasmo entre en modo declinante en unas pocas horas más. Pero mejor no miro hacia ninguna dirección, y menos al futuro cercano.