Mi madre coleccionaba programas de cine y de teatro. Hace mucho que yo tengo esa colección, que combiné con la mía. Guardar y atesorar programas de cine -y de teatro, pero la proporción en mi caso debe ser de 1.000 a 1- fue algo que se me dio sin pensar, con fluidez, como una continuación irrenunciable, genética.

Hace tiempo que tengo los programas de cine y teatro separados y los de cine ordenados en folios; no un folio por cada programa sino agrupados en montones por bloques alfabéticos. La colección creció mucho con mis aportes cuando había cines que daban a la calle, en los ochenta y los noventa del siglo pasado. Con el tiempo, cada vez menos cines tuvieron “programa impreso”. Hoy, con la furia ecológica más la furia de la locura de ponerle alcohol y lavandina a todo “por las dudas” y de poner libros “en cuarentena” en las bibliotecas (esto está ocurriendo, quizás nos estén guionando George Orwell y Ray Bradbury), los programas de mano parecen estar destinados a la extinción definitiva.

Con el correr de los años, en cada mudanza o reacomodamiento de libros, revistas y papeles, los programas ocupan un lugar cada vez más cercano a mi lugar de trabajo. Se me da por revisarlos con frecuencia, y ahora me gustaría que no estuvieran ordenados en bloques alfabéticos, para llamar más a la tentación del azar. Aquí vamos esta semana con algunos de esta colección combinada de apenas dos generaciones y que seguramente no tenga casi agregados en el futuro. En esta ocasión será solamente con ejemplares del aporte de la socia fundadora de la colección. Uno de los motivos -no menor- de la selección es que el diseño y la impresión eran mucho mejores en esos tiempos.

Un rutilante programa llamado “Programa - revista de los cines Gran Rex y América” tiene doce páginas, y nueve de ellas son publicidad de la “14 Gran Rifa de la Fiesta Nacional del Trigo”. De novios, mi madre y mi padre vieron, en algún momento entre el jueves 8 y el miércoles 21 de abril de 1971 -dos semanas aseguradas para la película- El círculo rojo de Jean-Pierre Melville en el Gran Rex. Una sala con capacidad para 3.281 espectadores para esta película. Qué grande era el cine. El precio de las localidades estaba expresado en pesos moneda nacional (420) y en pesos ley 18.188 (4,20). Según el programa de la semana del 8 al 14 de julio de 1971 puedo saber que vieron en el Ambassador “la película más feliz de Walt Disney - La dama y el vagabundo”, y otra vez el precio expresado en dos monedas diferentes (400 y 4) y otra vez la publicidad de la Gran Rifa de la Fiesta Nacional del Trigo.

Mi madre y mi padre vieron en el Metropolitan, en la semana del 20 al 26 de julio de 1972, casados hacía siete meses, El padrino. En el programa se lee que “Clemente Lococo S. A. y Paramount Pictures presentan El padrino (The Godfather)”, y los avisos publicitarios nos incitan a comer en Don Carlos, en Munich y en Los inmortales, a comprar ropa en Cervantes (“no espera la moda… la crea”) y la novela de Mario Puzo en la que se basó la película de Coppola en la librería Premier. Y se anuncia el estreno de Cabaret en el Ópera. El precio de las localidades ya estaba solamente en pesos ley, y era de 10 y de 7 en las funciones con descuento.

“Un palacio de ensueño / un mundo de ilusión / capacidad 2.472”, eso dice uno de los programas del Ópera. La capacidad de la sala grande del Gaumont hoy en día es de menos de 600 personas. Qué grande era el cine. El programa en cuestión del Ópera es de 1987, y recuerdo con nitidez que fuimos con mi madre, mi padre y mi hermana. La película fue El color del dinero de Martin Scorsese, y la vimos en la semana del 2 al 8 de abril. Lo que no recuerdo con tanta nitidez es si este programa fue depositado en la colección por mi madre o si lo guardé yo mismo.