¿Los superhéroes son parte de la causa de la crisis del cine? ¿Los superhéroes y la frecuencia de su presencia son una de las consecuencias esperables de la crisis del cine? ¿Pueden recuperarse espectadores para el cine a partir de los superhéroes? ¿Los superhéroes son el último recurso de seducción planetaria del cine? Preguntas que uno se hace porque justo está leyendo algo sobre música y cree que le sirve para escribir desde algún ángulo acerca de la película que vio el día anterior, una hermosa fiesta cinematográfica llamada El escuadrón suicida, de James Gunn.

“En el caso de Piazzolla, podemos preguntarnos qué dirección hubiese tomado su música de no sobrevenir la crisis del tango. Pero el tango entró en crisis. Y Piazzolla -al que en su momento algunos acusaron, desmedidamente, de ser uno de los responsables de esas crisis- la enfrentó con un planteo estético cismático respecto de la tradición.” La cita es de Cien años de música argentina de Sergio Pujol. Y cien tiene las mismas letras que cine, bien lo supimos en la tapa del número cien de El Amante. A James Gunn le tocó empezar su carrera como director en el siglo XX, aunque en 1996 fue guionista de la siempre en la gloria Tromeo y Julieta. ¿Cómo olvidar Tromeo y Julieta, vista en el cine Enrique Carreras en el Festival de Mar del Plata en 1999? ¿Cómo no ver la capacidad festiva, colorinche, de Gunn en El escuadrón suicida? No vi Black Widow, esa con esos afiches prolijos y límpidos, cagados a golpes, fajados a photoshop, que me ahuyentan. Cuando vi el afiche de El escuadrón suicida pensé que Gunn se había vuelto loco, o que el cinismo para vender había osado profanar las profanaciones más sagradas. Pero este tuit me convenció de ver la película. Gracias.

El escuadrón suicida -y no me importa si la otra película con actores sacados, si el universo Marvel, si el universo DC o si Miss Universo o si Mundo Universo- es una fiesta de las que hermanan generaciones y públicos. Esa capacidad que supo tener el cine, y que quizás recupere si hay más Gunn y menos tibios, menos acomodaticios para las modas inertes, para la sonrisa beatífica, para el cine “slow burning”, para esas zarandajas que usan la excusa de la contemplación y la ultrajan, para abundar y cavilar sobre los traumas de los personajes y así quedarse quietos haciendo que hacen cine. Pero son apenas fantoches en pose y El escuadrón suicida es ambos volúmenes de Guardianes de la Galaxia más Troma. Y Gunn sigue hablando de hijos y padres y de padres e hijas. Y sigue siendo un salvaje que conecta como nadie con los bicharracos: un tiburón que camina y tiene la voz de Sylvester Stallone, una comadreja (?) inasimilable en cualquier afiche apolíneo, ratas tiernas y punks. Y Stallone no se ve, quizás para que no haya que poner en escena caras con retoques: Gunn toma lo mejor de lo que dispone Stallone hoy en día -su histórica capacidad para hablar con monosílabos cargados emocionalmente- y lo cubre de carne de tiburón. Y muestra las arrugas de Michael Rooker con una mirada cargada de humanidad en un festín de superhéroes. Ternura y punk. Sorpresas y padres e hijas. Destrucción, sangre y chistes y más chistes. Energía, músculo, movimientos de cámara pero nada de ese movimiento tímido, cool, estabilizado, globalizado, pandémico y pantriste. Movimiento en serio, sexy y desacatado: revienten, rompan, pongan música, que la tibieza está matando. Taika Waititi -otro de los que pueden salvar el cine- como un personaje mínimo pero memorable, amigo de las ratas y de las drogas. Harley Quinn (Margot Robbie) entra como personaje intenso sin romper el relato ni debilitarlo porque Gunn puede lidiar con intensidades, porque su mundo fílmico es un kilombo con centro, fuegos artificiales con alma. Un cine bombástico con sangre que bombea desde un corazón, un cine que se ríe con alegría desde las tradiciones como la de Troma y también la de Sam Peckinpah y que mete a los temas “actuales” en forma de chistes y más chistes, tan bien escritos que cuando pasen los años nadie se dará cuenta de que en ellos había referencias a esta actualidad inmunda. Idris Elba, el más grande cowboy negro del cine, se enfrenta a Viola Davis, y ambos actúan como en una de Clint Eastwood. Y hay mucho más que elogiar y festejar, e incluso podríamos contar el argumento de esta película sobre la amistad que florece en la acción y en las aventuras. ¿Contar el argumento? No, por dios, que lo hagan los burócratas. Mejor pensemos que James Gunn podría traducirse como Jaime o Santiago Armaa. Y a las Armaas. Y al carajo. ¿Y ahora qué pasa? Nos dejó Pil Trafa, que cantaba “Por 1980 y tantos”, compuesta por Stuka:

Mil ojos nos vigilan detrás de una pared

un hombre, una mujer no son dos sino son tres

estamos habitando un mundo impersonal

y cuando hay trabajo, si es que hay no lo entendemos

o no es nuestro lugar.

Haré lo que quiera

a pesar de él.

Estamos construyendo, un mundo nuevo, un mundo mejor

en el cual no sé lo que es un amigo

y mucho menos lo que es el amor.

Fui hecho prisionero, en la cárcel del horror

ya amo al gran hermano como también lo amás vos.

Haré lo que quiera

y lo haré muy bien.

La guerra es la paz, el odio el amor,

la justicia es ciega

sí, es ciega.

No queremos acabarnos, no queremos entregarnos

pero nos da igual.