para Magui, que cumple. 

Hay películas que te mejoran la vida. Una de ellas fue, es y será Hechizo del tiempo (Groundhog Day). Hay otras que te arruinan el momento, el día y el mes, y vuelven a la memoria con formas de adefesios inolvidables, como por ejemplo La casa de los espíritus. Hay gente que afirma no haber comido más carne después de alguna película que yo ya no recuerdo cuál era pero esa gente sí. Y ahora, en este momento de contagiosa tontería, banalidad y blandura, apareció esta masa chirle -mal cocinada aunque está armada de materiales precocidos- llamada Nomadland. Y yo dejaré por un tiempo de escuchar a Ludovico Einaudi, así que ver Nomadland me ha perjudicado.

Einaudi, pianista y compositor piamontés, no compuso la música de Nomadland. En realidad sí, compuso la música que aparece abusivamente en la película, pero no compuso la música especialmente para la película de Chloé Zao. A Zao, o a alguien, se le ocurrió que era una gran idea poner la música de Einaudi en “el filme”. Y quizás haya sido una idea exitosa: “el filme” ganó el León de Oro del Festival de Venecia y dicen que quizás gane el Oscar principal o algún otro, pero no el de la música de Einaudi porque no la compuso; es decir, no la compuso para “el filme”. Quizás en algún momento se agregue un Oscar para el uso cinematográfico de música previamente existente. No creo que lo hagan por este caso particular porque Einaudi es un señor italiano medio pelado -parecido a Larry David-, nada que hoy en día sume poroto alguno. Lo que quizás sea una razón suficiente para que se cree ese premio es que pocas veces hubo una utilización tan atroz, tan abominable, de una música para una película.

La música de Einaudi es muy directa en cuanto a generar sentimientos, imágenes, estados de ánimo. Casi que su principal problema es que es muy directa. Hay que ser muy pudoroso como cineasta para poder usar la música de Ludovico E. en una película sin caer aparatosamente contra un piso lleno de grasa, obviedades y chantajes emocionales. Supo evitar ese riesgo -y, sí- Nanni Moretti en Aprile cuando caminó, y corrió, y aleteó por la Isla Tiberina recién convertido en padre y lo musicalizó con “Le onde” de Einaudi. Moretti demostró que podía usar felizmente a Ludovico E., y hasta ser feliz. Pero Moretti es un cineasta del pudor -sabedlo: el pudor no está reñido con el grito y la pasión-, mientras que Zao en Nomadland hace todo lo posible para pergeñar una película rastrera, de esas que apelan a “los buenos sentimientos” de “la buena conciencia” actual, o quizás “actual”. Y pone y pone y pone música de Einaudi, y pone a Frances MacDormand a actuar con ese profesionalismo tan ya aprendido, tan justo en el gesto como carente de frescura, tan correcto como para saber vaciarse de carisma y de placer, y tan dispuesto a dejarse usar en algunos de los planos más, como decirlo, a ver, cómo decirlo… chotos y grasas en mucho tiempo, difíciles de encontrar aún saliendo a la ruta a hacer una road movie que se cree realista y a cara lavada y está llena de maquillaje obturador de poros.

La sobriedad MacDormand es puesta a prueba como nunca en un montaje al que podríamos llamar infame: pasamos de un viejo y “pintoresco” pianista con sombrero en un salón a un plano general de MacDormand parada artificialmente -como si todo esto fuera onírico de flotación chota y grasa- a plano caminando por pueblo fantasma, a plano de camioneta y ella maneja mirando la lontananza, a plano lejanísimo de ella en medio de la inmensidad arbolada inspirando el “aire de la liberación para el pueblo lo que es del pueblo”, a búfalo caminado, a agua que fluye, a los pies de MacDormand en el agua, a plano de ella desnuda en el agua ya flotando y “bien encuadrada” con brazos en cruz, a ella mirando en plano cercano, ya mojada y con los ojos prístinos. Dale, espectador sensible a la crisis, a las crisis, sensible a la ecología y al dolor de esta mujer (?), emocionate de una vez, o una vez más y más, que para eso estamos usando y abusando lo que ya compuso Einaudi y que ya podía emocionarte por sí solo pero no estábamos tan seguros de que lo hicieras.

Esta descripción y valoración de un momento de Nomadland se puede aplicar a casi todo -todo- este bodrio empaquetado para ser celebrado por las almas que se consideran bellas y lo vociferan todo el tiempo, sobre todo para decir que otros -los que no usan la neolengua del momento- son los malos, los insensibles, los que no se emocionan con Nomadland y “el contexto”, el “este contexto”. Allá ellos y ellas, las almas. Yo me quedo con el plano general de la Isla Tiberina de Moretti, y espero que Nomadland caiga en el olvido que merece pronto así puedo volver a escuchar a Einaudi. Mentira, lo voy a escuchar apenas vea otra vez Aprile, que será muy pronto, porque Aprile mejora la vida y es un antídoto contra todas las malas películas de este mundo.