"Es asombroso lo pronto que uno se acostumbra a todo ―pensó Harún ―. Nuevo mundo, nuevos amigos: acabo de llegar y me parece que los conozco de toda la vida." Faltan dos meses y medio para que termine el año, el 2020, un año más largo que los tres años que lo precedieron y que los tres que lo seguirán. Un año bisiesto. Un año bisiesto y funesto para la capacidad promedio de reflexión y también para el cine, y no sigamos con el listado para no caer en lo abrumador.

Se puede decir que en más de 100 años, desde poco después del estreno de El nacimiento de una nación de David Wark Griffith hasta ahora, nunca ha habido tan poca cantidad de estrenos de largometrajes cinematográficos. ¿Cinematográficos o en el cine? Bueno, será cuestión de pensar, de sopesar, de evaluar, de discutir. ¿Será cuestión de recordar al cine en el cine como algo del pasado? Mientras siguen sin abrir las salas con butacas y pantalla grande en muchos lugares del mundo y las que abren lo hacen con una capacidad de ocupación reducida y se toman medidas para que no osemos reirnos cerca de otros espectadores desconocidos, hay películas que se van estrenando “en plataformas”; es decir, no en una sala de cine, o quizás en alguna sala de cine en algunos pocos lugares del mundo pero mayormente “se estrenan on line”. Hay eventos de brindis on line, bailes on line, eventos on line requete on line y más y más. Onlain. Honlayn. Hay directores que me cuentan que prefieren esperar a poder estrenar su película, por la que trabajaron y anhelaron y soñaron; que siguen imaginando poder presentarla con gente cerca de forma real. Hay, por otro lado, gente dueña de salas de cine que trata de sobrevivir mudándose a la actividad del autocine o ponen panaderías o verdulerías, pero me cuentan que no es lo mismo, y me dicen que las chances de sobrevivir para muchos cines de los que tienen butacas se hacen cada vez más escasas, que cada vez se les hará más difícil girar ante el iceberg. Se lo dicen también a gentes importantes como a Disney, y según este artículo (link aquí). Disney se comporta como la empresa Disney, algo que, traducido y simplificado, sería algo así como “no hay más cataratas de dinero que vienen desde las salas de cine, busquemos por otros lados, sin más sentimentalismos”. El 2020 desnudó muchas cosas, entre otras la ignorancia -a veces orgullosa, lo cual la convierte en bestialidad- matemática de tanta y tanta gente, la terrorífica carencia de conceptos de proporción, etc. Y también desnudó la crisis del cine, de las salas, de un modelo de estrenos y de segmentación de las películas y su consumo en ghettos. Nos cansamos -bueno, ni es un plural ni tampoco me cansé- de decirlo en estas columnas, pero la intensificación de dos modelos de cine, grosso modo el de los tanques masivos y el “de los festivales” estaba y está destruyendo al cine verdaderamente popular y al cine realmente distinto pero vivo que necesitaba de los festivales. El cine popular no es necesariamente equivalente a los tanques, y el cine de baja intensidad, abúlico y con miedo al humor, a las emociones y a la narración no debería ser el que inunda los festivales. Estamos en una o en varias encrucijadas, y se necesita temple y el temple parece escasear. ¿Habrá que ser conscientes de que queremos salvar las salas de cine? ¿O ya no queremos? ¿Queremos salvar las historias de las salas y también las historias de las películas? ¿Queremos que las películas nos cuenten algo y nos emocionen y no nos aplasten a puro sopor y mediante engreimientos pretendidamente autorales? 

Es el fin. O por lo menos es el fin de este artículo, que concluye con una cita del mismo libro del que proviene la cita inicial. No les voy a decir ni el autor ni el título, busquen si tienen ganas; o preguntenme, que serán respondidos. Y preguntense qué cine quieren, si quieren tanto y tanto cine hecho de formas indolentes y auto censuradas; o si quieren cine, o si quieren salas de cine.

“―Porque cuando están hambrientos engullen cuentos por todas sus bocas y entonces, en su estómago, ocurren milagros. Un poco de un cuento se combina con una idea de otro cuento y, ¡hop!, cuando escupen los cuentos, ya no son cuentos viejos, sino nuevos. Nada sale de la nada.”