Mundo Cine

En octubre de 2022, Halloween Ends fue -es decir, fue en mi experiencia- una sorpresa mayúscula en la pantalla de cine desde el mismísimo comienzo (shock de accidente mortal más la mezcla musical del legado), y una de mis respuestas ante la interpelación fue escribir acá mismo (link) Ya sabemos desde hace décadas que David Gordon Green puede sorprender de forma recurrente con su cine, y que incluso cuando nos decepciona se trata de un director con potencia, con desparpajo, un cineasta hecho a alguna de las viejas usanzas, más bien moldeado en los vapores, las asperezas y los humores del cine de los setenta de su país y en la versatilidad para los géneros de algunos clásicos. Un director sobre el cual delinear una identidad estable puede llegar a ser una tarea inútil, o al menos para la cual no tengo demasiada predisposición hoy en día.

Un par de días después del final de la vigésimo quinta edición del BAFICI pensé en que tenía que empezar a ponerme al día con algunas de las películas que me había perdido durante el verano. Aclaro que nunca en mi vida vi tantas películas como en estos meses recientes, pero fueron de las inscriptas en el BAFICI. Y cosas como Pobres criaturas (Poor Things, Yorgos Lanthimos, 2023) son de las grandes compañías, no se inscriben en el BAFICI sino que van a festivales como Venecia, y después las estrenan y las nominan al Oscar, o al revés.

En cada edición del Bafici hay películas que uno sabe que se van a agotar rápidamente. Afirmar que Después de hora de Martin Scorsese iba a quedarse sin entradas muy pronto no pagaba nada en las apuestas. Pagaba más en las apuestas A paixão segundo GH, película brasileña de la competencia internacional. Pero bueno, que sus tres funciones se hayan agotado con gran velocidad se puede explicar porque está basada en el libro de Clarice Lispector.

Comenzaron las clases. Bueno, para algunos ya habían comenzado mucho antes: fines de febrero para jardín y primaria, principios de marzo para la secundaria. He dado clases en primaria en todos los grados menos en primero y segundo y he dado clases en todos los años de la secundaria. Y también en terciarios oficiales y no oficiales. Y también en la universidad, en dos facultades de la UBA hace tiempo, y ahora, desde 2021, en la Universidad del Cine. La materia -anual- es Redacción de Crítica Cinematográfica, que comenzó con nuestra cátedra (Sebastián Rosal como Jefe de Trabajos Prácticos, yo como Titular), es decir que es una materia joven sobre una disciplina que tampoco es tan antigua como la crítica en general.

Desde que la vi hace veinticinco años, o tal vez lo era desde antes por el título y por los fotogramas y por el agua, una de mis películas favoritas es Palombella rossa de Nanni Moretti. En este momento, en marzo de 2024, puedo dividir mi vida en dos mitades casi con exactitud: la mitad antes de ver Palombella rossa y la mitad después de verla. Palombella rossa es de 1989 y es una de mis películas preferidas por un montón de motivos que expuse en ya muchos artículos sobre ella que he escrito en este cuarto de siglo, pero uno de los motivos persistentes es que el protagonista, Michelle Apicella (el propio Moretti) se enoja ante usos aberrantes de palabras, se enoja y se violenta, grita y hasta pega un cachetazo. Al verlo por primera vez, ante ese momento de la película seguramente tuve la misma actitud del meme de DiCaprio señalando el televisor, muchos años antes de Érase una vez en Hollywood.

¿Será algo así como la novena vez que veo Nueve reinas? Quizás la haya visto -injustamente- algunas veces menos. Sé que la vi por primera vez en cine, en la sala Santa Fe, que ya no existe más, el día del estreno. Y que la vi otra vez en ese redondísimo año 2000. Ahora la volví a ver en cine luego de todos esos años: la han pasado al formato digital porque casi ninguna sala proyecta hoy en día en 35mm y este fue un reestreno con varias copias, o varios archivos difícilmente tangibles.

Los que se quedan es una película tradicional. De esas que, sí, seguro, nos pueden hacer decir que nos encanta ir al cine, para luego enseguida darnos cuenta de que en realidad nos encantaría volver más seguido a ver películas como esta. Pero hay pocas. Lo que queremos, sí, seguro, es que las publicidades que pasan antes no sean tan pero tan pero tan estúpidas, horribles y nefastas (una de unas hojas escolares, otras de un sitio de apuestas, otra de una cerveza sin alcohol). ¿No éramos un país con buena publicidad? Lo que queremos, sí, también es saber quién dirige las películas, que nos lo digan en el trailer. Pasaron un trailer de una biográfica sobre Bob Marley, un trailer feo y banal que no nos informaba quién dirigía la película. Nos quedamos con Los que se quedan, una película de Alexander Payne, una película de autor, una película de dolores varios.

En la columna anterior (link) les contaba que estaba por viajar a un festival en Serbia, a unos 200 kilómetros de Belgrado, cerca de la frontera con Bosnia y Herzegovina. El festival ocurre en el lugar en donde vive Emir Kusturica, que se dice “Kusturitsa”. Ese lugar es Mecavnik, o Drvengrad, cerca de Mokra Gora y el festival se llama Kustendorf, y el lema del festival de este año fue “Not Surveillance, Cinematography!”; es decir, “no vigilancia, cine”, en referencia al uso de las cámaras: al final del hermoso catálogo viene para despegar un “tapa cámara” para la computadora.

Hace un tiempo se me ocurrió ver algunas películas nada más que por la necesidad de ver películas y no por la necesidad laboral de ver determinadas películas. Parafraseando a Pauline Kael, necesitamos ver películas (ella decía que seguíamos yendo al cine porque “necesitamos ir al cine”). Y mi imagen mental de Pauline Kael conecta, alguna vez sabré o explicaré por qué, con mi imagen mental de Agatha Christie.

Vi Nope de Jordan Peele hace pocas semanas. Fue un desconcierto soleado, de campo abierto pero con montañas, de los buenos. Los chistes con la negación pasan por la cabeza y los niego, pero a fin de cuentas Peele también es un buen comediante y a la negación hay que usarla. Así que aclaro que no pienso leer todo lo que se haya escrito sobre la película, que debe ser un montón, o no, porque quizás mucho de lo que aparece como escrito se haya generado sin escribir, uno ya no sabe en estos tiempos. Como siempre o casi siempre siguiendo a Pauline Kael, dejaremos aquí algunas impresiones personales, que para la objetividad están los objetos y ni se me ocurre objetarlo.