Lunes. Una viñeta de Isaac Bashevis Singer cuenta que dos judíos se encuentran en una estación de tren. Uno lleva una valija enorme y el otro le pregunta “¿A dónde vas, Abraham?” Y el de la valija responde: “Me voy a vivir a la Argentina” A lo que el primero comenta: “¡Vas muy lejos!” Y el segundo dice: “¿Lejos de dónde?” Es una buena historia, simple y con un buen remate. ¿Por qué me impacta tanto? Parafraseándola podría decirse “estamos encerrados.” Pero ¿encerrados de qué? O quizás aún mejor ¿encerrados de dónde?

Martes. Escucho los audios que me manda mi madre hablando sobre pulsiones y fobias con Something else!!! de Ornette Coleman de fondo. Siempre hay algo más. Ese algo más en cursivas por el que se pregunta en sus ensayos Mavrakis. Después escucho a Piazzolla. Mavrakis: “El tema de La peste no es la peste.”

Miércoles. Hicieron un hospital de emergencia en Tecnópolis. Camas y tabicados listos para recibir cientos de enfermos. Le cuento a Robles que si me duele un poco la garganta, enseguida me veo internado ahí delirando de fiebre con los dinosaurios robots. Carlos Godoy: “Siento que es una prueba que me puso Dios para que aprenda cosas y no solo que no aprendí nada sino que no doy más de la ansiedad.”

Más tarde. La vocación masoquista del siglo XXI ya es inocultable. Pero es masoquismo del mismo que venía entregando. Nada de carne, sangre y dolor, sino más bien hastío, aburrimiento y paranoia. Hablo con Robles. Me dice que tenemos que escribir sobre esto, pero ¿cómo? Es una estado de excepción dentro de los estados de excepción que conoce la tradición. O sea, es estado de excepción para nuestras vidas, pero también es excepcional a otras cuarentenas, porque es a nivel planetario y mucho más fantasmal, mucho más televisada, que otra cosa. Aunque desde luego, los muertos están... Por otra parte, veníamos insistiendo desde la ficción con el fin del mundo, y en vez de zombies materiales y descarnados con los cuales pelear con un hacha, no dicen que nos tenemos que quedar en casa y lavarnos las manos. Y encima, el ministerio de salud recomienda el sexo virtual. O sea, necesitábamos cuerpo para el siglo XXI, ese siglo tan joven, vaporoso y digital, y lo que nos llega es más de lo mismo, quedate en casa, conectate, masturbate, mirá Netflix, lee libros... El peor fin del mundo que podría haber imaginado. Robles me respondió: “De acuerdo. Lo único en lo que discrepo, más allá de que el imaginario es ese, es que esto no es el fin del mundo. Es el fin de otra cosa aunque todavía no sé de qué. De nuestras vidas, no creo. De la generación anterior, tal vez. ¿Del capitalismo? Veremos, lo dudo.”

Jueves. Estados Unidos, 2020. Gente con carteles pidiendo “sacrificar a los débiles.” Sacrifice the weak. Eso es lo que pasa cuando pensás que no sos el débil, cuando estás convencido de que el débil es el otro. Dormí mal, muy poco, dos horas. Me levanté y me puse a trabajar. Después de media hora de escribir me hice un café. Me duele la cabeza. Cuando termino o suspendo lo que estoy haciendo mezcla agua y cemento y pego cuatro baldosas flojas que hay en el piso de la casa.

Más tarde. Gogui encontró una foto de un cartel en un desierto árido que dice: “Las primeras palabras se escribieron aquí.” El cartel está escrito en inglés y en algo que supongo es árabe. Gogui puso la foto en Twitter. Agregó: “Y les fue bárbaro.” El desierto que se ve es realmente muy árido.

Viernes. Buscás en la pantalla una respuesta que la pantalla no te puede dar.

Más tarde. Titular de Clarín: “Tuvo coronavirus el hombre preso por un feminicidio que se casó con la hermana gemela de la víctima.” Clarín me pide que me suscriba y pague para leer la nota. Me alcanza con el titular.