Lunes. Intento leer sin mucho éxito. Leo fragmentos y abandono, o leo cosas que ya leí. Como fuere, leo poco. Estoy muy lleno de ansiedad y de aburrimiento, pero de un aburrimiento hasta cierto punto necesario. ¿Por qué? Me mudé. Ahora vivo en Flores, en un piso nueve. Tengo buena vista. ¿Voy a poder escribir desde ahí? Todavía no escribí nada. Tengo algunos de mis libros en la nueva casa. Quiero estar solo. Napolitano en Twitter: “Se puede establecer el punto exacto en que un acorde deja de ser argentino.”

Más tarde. Cocino un pollo al horno a instancia de mi hijo más chico. Lo vio en un dibujito animado, el pollo entero, horneado, y lo pide. Así que lo compramos, lo preparamos en una fuente y eso nos divierte. Mi hija mayor es vegetariana pero se ríe con nosotros, protesta. Metemos el pollo en el horno a las cinco y media de la tarde. “Lo vamos a hacer despacio, con paciencia” digo. Es un juego. El pollo se dora de forma muy lenta. Las cosas buenas de la vida ¿son lentas y se hacen jugando? Un amigo: “Ahora vivís en el barrio de Dolina y de César Aira.” Qué pesadez. 

Martes. Hago planes para ir a ver el Pollock que está en el Bellas Artes. Quiero escribir un libro que de poemas se llame Pollock. Aunque el nombre me gusta más para una revista. De Roma me llegan fotos con los lugares vacíos, sin turistas. Todo el mundo se queda en casa por miedo al coronavirus. El Londres, una conferencia sobre el coronavirus se suspende por miedo al coronavirus. En Buenos Aires, se suspenden todo tipo de eventos. El Museo de Bellas Artes está cerrado y no veo el Pollock. 

Miércoles. Leo Leer en Bizancio de Guglielmo Cavallo. El brazo izquierdo todavía me molesta. Es difícil dormir bien con ese dolor y me levanto cansado. Tampoco es fácil leer bien así. La musique de l'attente.

Jueves. Una vieja mesa, que yo había usado para estudiar, regalo de mi padre, se terminó rompiendo. Llena de cosas, vasos, libros, el mate, se fue de costado. Me sobresalté. Durante un segundo miré el desastre. Después junté todo, barrí los vidrios y volví a poner la mesa de pie otra vez. 

Viernes. En Bizancio, como en el antiguo mundo grecorromano, se leía en voz alta. Y se recomendaba la lectura gesticulando como una forma de ejercicio. Escucho el Concierto para piano Número 2 de Saint-Saëns tocado por Grigory Sokolov. 

Viernes, más tarde. Bizancio es un lugar pero también un momento. Y tanto la geografía como el tiempo afectan nuestra manera de leer. Sería ridículo pensar otra cosa. Por eso, Leer en Bizancio es un buen título.