Domingo. Golpe de estado en Bolivia. El gobierno argentino lo relativiza. Volvemos al siglo XX. Un gran retroceso para la región. El viernes soltaron a Lula, el sábado nació Paloma Terranova, mi sobrina, y el domingo los militares le pidieron la renuncia a Evo. Paz Soldán y Giovanna Rivero me dan vergüenza apoyando el golpe en Twitter. Intelectuales apoyando golpes de Estado, la verdad es que no sé qué es lo que me parece raro. Quizás mi ingenuidad fue creer que la historia había cambiado y que los letrados iban a valorar la democracia.

Lunes. Soñé que pasaba en auto por una estación de servicio abandonada. Pasaba cerca y miraba por la ventanilla y veía a Leo Oyola sentado con unos tipos. Oyola se reía. Estaban ahí, sentados, descansando. Ya era la última tarde, casi de noche. No había mucha luz. El ambiente era, al mismo tiempo, un poco postapocalíptico y distendido. Hace años que no veo a Oyola. Me gustaría llamarlo para contarle mi sueño. Se reía, en mi sueño, eso lo tengo muy presente, de una forma muy especial.

Más tarde. Llegó a la casa de mis hijos para cuidarlos. La madre decidió la semana pasada hacer arreglos, picar paredes y techos con un grupo de albañiles, y eso generó una mugre y un desorden muy incómodos. Hay polvo por todas partes. Sumado a la humedad y el calor, vuelve todo pegajoso y desagradable. Encima dormí mal. También llevé el auto al taller, todo cubierto de mugre y con problemas de carburación. El mecánico me llamó hace un rato para pasarme la cifra del arreglo. ¿Cómo leer en este contexto vital? Me acuesto a dormir la siesta y no lo logró. Me siento cansado. Escribo en las redes sociales mi apoyo al gobierno de Evo como si eso sirviera de algo. Me siento peor. Leo un fragmento del diario de Eliade. No retengo lo que leo. Al menos la casa está en silencio.

Martes. Un titular: “Murió en soledad y la hallaron 15 años después en su apartamento de Madrid: estaba momificada y nunca nadie preguntó por ella.” Ah, qué muerte deseable la muerte en soledad.

Más tarde. Recuerdo la frase de Kurt Cobain: “Nirvana no puede decidir si quiere ser punk o REM.” Siento que es el problema de toda una generación. (O al menos mi problema.)

Miércoles. Hace unos días hablé con Jorge Charras. Cada tanto intercambiamos mensajes. Él allá, en Córdoba. Yo acá, en Buenos Aires. Tenía a su madre internada y leía un libro mío en la sala de espera y eso fue bastante elogioso. Coincidimos en que en esa situación, la elección de la lectura es delicada. Si están operando de un tumor en la cabeza a tu madre, las ironías sincopadas de César Aira pueden no hacerte gracia del todo.

Jueves. El esfuerzo por leer es menos banal, quizás, que el esfuerzo por escribir. Pero esta apariencia se debe a que el esfuerzo de leer, también ocioso, no deja residuos fuera de nuestra neurosis. Aunque desde ya me refiero a leer por leer o leer como un oficio. Cualquier amanuense o pasante de segundo orden sabe que leer es una forma de hacer dinero si se lee lo correcto, si se lee y se entiende el texto correcto. En este sentido el problema siempre sigue siendo la ficción, parafraseando a Freud, ese incómodo resto de tierra...

Viernes. Leyendo el muy narrativo ensayo de González sobre los alemanes en la Argentina, y viviendo día a día, casi hora a hora, el golpe en Bolivia, recuerdo un libro que compré en Cochabamba hace ya casi diez años. Lo busco. Lo encuentro donde tenía que estar, en la parte boliviana de la biblioteca. Me asombra la cantidad de libros bolivianos que tengo. El libro se llama Alemanes en Bolivia, un buen título, y lo firma Alberto Crespo R. El pie de imprenta dice “Editorial Los amigos del Libro. La Paz. Cochabamba. 1978.” El libro de González también, en alemán. tiene un buen título: Deutsche Spuren in der Geschichte Argentiniens. (Leerlo, escribirlo y volver a leerlo ya es un pequeña clase de alemán. Lo googleó y con sorpresa no lo encuentro. ¿Qué alemán lo leyó? ¿O solo tuvo lectores en castellano?) Por su parte, los golpistas bolivianos y sus aplaudidores piensan que van a poder sostener los logros económicos de Evo sin Evo y sin las políticas económicas de Evo. Qué sorpresa se van a llevar cuando empiecen las devaluaciones, las privatizaciones y la repartida. Vuelve la rosca, vuelve el fantasma texano de El Goni. Pero lo que vuelve en realidad es mucho más. Es la posibilidad de una noche muy oscura, demasiado oscura.