Domingo. El viernes me junto en el Troqué de Henry con Barrón para comprarle el primer número de la revista de historietas que está sacando. Se llama Revolver. La primer tapa tiene un bebé armado. Ayer hablé con Jorge Fantoni. Lo saludé, no mucho más. Creo que es muy talentoso. (Supongo que la historieta contemporánea trajo la historieta contemporánea a mi cabeza.) “Mil veces prefiero viajar en diligencia que viajar en avión” escribe Guerber en Twitter.

Lunes. Llevé a mi hijo al otorrino. Tenía cita a las diez y media de la mañana. Él se reía, estaba contento. Yo miraba a los viejos del Hospital Italiano, lentos, aguerridos, frágiles, alejando la muerte todo lo posible con pastillas y consultas. La sensación era rara. Por un lado, quería describir la escena. Por el otro, quería abandonarla y olvidarla. ¿Yo voy a ser esos viejos? Quizás muy pronto. Pero lo voy a hacer con impunidad y alegría. Creo que ese puede ser mi aporte. (Mi fantasía de viejo es mudarme a una casa de una calle sin tráfico y leer todos los días libros de mi biblioteca. Y que nadie me hable.)

Lunes, más tarde. ¿Quiere aprender a escribir? Describa a un viejo caminando.

Martes. Epidérmico aburrimiento del comienzo del otoño. La única forma de no aburrirme sería escribiendo los artículos que tengo pendientes. Pero no logro reunir las fuerzas o la concentración. El presente continuo de las redes sociales, qué hastío sin gracia. (Una vez fui a la casa de Marcos Almada, no recuerdo por qué, y tenía una bolsa de box colgada en el medio del living. Me acordé porque vi una foto vieja de hace casi diez años, donde estoy con él y con Gogui Marzioni.)

Miércoles. Retomando la lectura de Heidegger. ¿Por qué? No lo sé. Soy el nadador, Señor, el hombre que nada.

Jueves. “En el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento de lo falso.” ¿De quién es la frase? De Guy Debord. La refutación o la corrección, o al menos una adenda: en un mundo no invertido en lo más mínimo, lo verdadero es un momento de lo falso.

Viernes. Leo Revolver en los tiempos muertos, incluso en el trabajo. Me gusta. Tiene esa velocidad de la historietas de aventura. Es una apuesta clásica, o más bien clasicista, cuyo valor parece estar en las variaciones. Debería escribir más sobre ese tema.