Lunes. Patricio Pron ganó un premio en España con una novela sobre el amor en Internet. La presentó en Buenos Aires el jueves pasado y fui a verlo, pero llegué tarde. Apenas pude saludarlo y preguntarle qué va a hacer con la plata, que es bastante. “Nadie se anima a preguntarme eso” me dijo. Le recomendé que se comprara un buen auto. Me respondió que no sabe manejar.

Martes. La vigencia de Jauretche: “El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza.”

Miércoles. No leo nada. No escribo nada. Mi abuela se cayó de la cama. No respondía el teléfono. Fuimos a ver qué pasaba. Se había caído. Llegó una ambulancia, Estuvo internada todo el fin de semana. Tiene noventa y un años. De la internación salió debilitada pero se va recobrando. Con amor infinito por sí misma insulta a todos los que la rodean, empezando por sus hijos y siguiendo por sus nietos. Hay un momento de la vida en que cuerpo y alma se separan. Es la criba del tiempo. A veces hay oro entre la arena. A veces solo arena. A veces el movimiento se hace por costumbre, por inercia, en el vacío. No leo nada. No escribo nada. Nada grande se puede hacer con la tristeza.

Jueves. Hojeo el libro de Kahn. Me gustan los dibujos. Es bilingüe español-portugués y todas las páginas tiene ese aire mate, casi opaco, de los libros de arquitectura de mi padre. (Pero, sorpresa, los textos son muy malos, muy mal escritos.) Voy a buscar a mi hija al colegio en el centro de la ciudad. Volvemos los dos leyendo en el subte.

Jueves, más tarde. Estudiar inecuaciones y funciones lineales le da más sentido a mi vida que ir a terapia. Esperando a mi hija, en la vidriera de la librería Ávila, le saqué una foto a un libro titulado Planes españoles para reconquistar hispanoamérica 1810/1818 de un tal Edmundo A. Heredia, publicado por Eudeba. No sé de qué año es. La tapa, sugerente, y el título y las fechas, me llevan al ejercicio, vaporoso pero a la vez atractivo, de imaginar ese libro que nunca vamos a leer.

Viernes. San Jorge no muestra la cabeza sangrante y cortada del dragón. La mayoría de las veces lo vemos peleando. Sabemos que triunfa pero su mensaje es otro. Hay que sostener la pelea.

Más tarde. “Nada de lo que escribo quedará fijado por mucho tiempo en parte alguna. Todo lo que sale de mi cabeza, y pasa por mis dedos, y se imprime en papel o en la energía de las pantallas, tiene demasiada importancia. Cuando yo no esté para certificar la existencia de un autor con mi cuerpo material, me recordarán, como suele ocurrir, mis hijos como padre y mis amigos como amigo. Y después las marcas más relevantes que yo haya podido hacer serán olvidadas. Y está bien que sea así y que así sea. ¿Quién soy para pedir, anhelar o sentir otra cosa? Vayan mis disculpas también por este exabrupto lírico. Pero a veces las cosas se dicen con ritmo.”