1/ Hoy leemos y aceptamos un lenguaje fragmentado. ¿También lo demandamos? Los textos de largo aliento no parecen de esta época. Circulan entre nosotros como mojones de otras épocas. El entrenamiento fragmentario es en la web: una gimnasia constante, moderna, atravesada y potenciada por la tecnología de las pantallas. No lo sabemos, a veces lo olvidamos, lo internalizamos, pero hoy todos leemos todo el tiempo. Desde luego, seguimos consumiendo los géneros de la modernidad, la novela, el ensayo, el tratado, el manual, pero a esa base iluminista se le superpone la lectura digital, de pantallas, paradigmáticamente la del teléfono. Ya con esto tenemos para pensar y repensar varias perspectivas: un instrumento que se imaginó y construyó para hablar y escuchar hoy sirve para leer y escribir. Al parecer la tecnología no puede borrar con tanta facilidad, como decían en su momento los agoreros del caso, la lengua de nuestras vidas y remplazarla por sonidos e imágenes.

2/ César Aira, cuya existencia autoral remite a las viejas vanguardias de principios del siglo XX, fijadas y actualizadas en algún punto borroso de la década del 80, dijo hace poco que los jóvenes narraban en presente por efecto de la cultura audiovisual. Se trata de una hipótesis anacrónica, perimida. Aira está viejo, pero aparte no sabe ser viejo. Menos aun entablar algún tipo de diálogo con el presente. (Su escritura vive en un loop que hoy es de consagración. En ese sentido es un escritor clasicista, académico, un Racine, un Haydn, aunque él se piense como un Mozart. Y la comparación con Haydn es generosa.)

3/ Fragmentación, elogio de la votivo de la velocidad, práctica del vértigo, imposibilidad de una totalidad, el significante potenciado por el wi-fi: escenario que parece ser al mismo tiempo angustiante y magnético. Eso dice el sentido común, y es bastante comprobable en las prácticas diarias. Vivimos entonces una fragmentación que nos atraviesa y constituye, pero ¿dónde está lo que no es fragmentación, lo que es completo, el sentido entero? Esa pregunta resulta mucho más difícil de responder. Las religiones lo prometían y lo prometen. Pero Dios también es fragmentario, incluso en sus momentos de menor cuestionamiento y mayor legalidad.

4/ La fragmentación, sin embargo, es una propiedad intrínseca al lenguaje. Y como actividad literaria, producto de la lectoescritura, puede acarrear pobreza o riqueza, potencia, desmesura, paisajes bucólicos y desiertos.

5/ La velocidad de lectura llegó un punto en que todo lo que hay para decir se dice en el titular. Pero cuidado que esto está muy lejos de ser nuevo. Lo que sí hay es una abundancia enorme de notas, noticias, artículos y titulares.

6/ Doy ejemplos en tres idiomas diferentes: “Brazilian activist holds SIX rattlesnakes by his TEETH to protest the destruction of the Amazon forest”, “Homem é preso em Campinas após matar travesti e guardar coração: Era um demônio”, “La mamá del nene de nueve años que asaltó la joyería de Moreno lo entregó a la policía.”

7/ En la década del 80 era la televisión la que nos iba a dejar ciegos y nos alejaba de la lectura. Hoy las pantallas solo parecen emitir textos, hipertextos, paratextos. La parte audiovisual es apenas una parte, y no la más importante.

8/ La modernidad tiende a unir y reeditar opuestos que parecen irreconciliables. El titular, el epígrafe, el epigrama, el aforismo, por un lado. La prensa gráfica y sus géneros de lectura.

9/ Más allá, los largos exámenes de paciencia y constancia. Los eternos apuntes de las interminables carreras universitarias, con sus licenciaturas, sus grados, posgrados, doctorados y posdoctorados. Las megacomputadoras procesando millones y millones de imágenes y frases. Las cámaras de vigilancia filmando miles y miles de horas de películas mudas en las que el movimiento es mínimo. Todas las bibliotecas del mundo al alcance de una pantalla con conexión web. Y no solo los libros sino todos los diarios del mundo con millones de noticias e información de todo tipo.

10/ Quejarse contra el nuevo sistema de lectura que nos ofrece e impone es una futilidad que tiene su tradición en los principios mismos de los tiempos. Ya Nietzsche observaba en 1885: “La Época actual es tan inmensamente superficial que a veces me avergüenzo de haber publicado algo para un público que nada quiere comprender.”

11/ “El ritmo es una forma trazada en el tiempo” decía Ezra Pound.