Lunes. Ayer River le ganó a Boca la final de la Copa Libertadores. Se lo dediqué a nuestro presidente Mauricio Macri desde las redes sociales. Y después también se lo dediqué a Martín Kohan por “bostero kosher”. Hoy me despierto y me llegan comentarios que me señalan como la última reencarnación del alma aterradora Reinhard Heydrich. Las redes sociales se volvieron un mono enfermo que intenta llegar a la conciencia inyectándose su propia sangre contaminada. Un mono que no se ríe, como los indios del Martín Fierro.
Martes. Compré El indio Salario, una antología de los libros de poemas de Carlos Godoy. Unos versos dicen: “me deja pedaleando / la poesía / en el barro del que quise salir / en el polvo al que no quiero volver.”
Miércoles. Soñé que piloteaba un helicóptero, un Bell UH. Volaba sobre la costa. Había un mar muy azul en el horizonte. Atrás llevaba a Doma y a Chaume de El Perrodiablo. Chaume usaba un casco verde de la Segunda Guerra Mundial. En un momento, Doma me señalaba un lugar donde había enemigos. Yo miraba los pedales, había como cincuenta pedales diferentes. Doma me decía: “Dale, Terra, están ahí, bajemos, hay que jugársela.” Yo tenía miedo pero igual empujaba la palanca y el helicóptero empezaba a bajar. El sueño terminaba ahí. Me desperté y pensé que El Perrodiablo es una de las mejores bandas de rock de la historia de la música argentina.
Jueves. La exacerbación del narcisismo fija los límites de la política.
Jueves, más tarde. Nosotros somos románticos. Pero el mundo moderno, hecho de variaciones y repeticiones, es clasicista.