Lunes. No leo ni escribo nada. Estoy cansado. Trabajo en un libro, en dos, en tres, en varios más, pero no escribo. También intento descansar sin éxito. A la tarde voy a la librería Aguilar y compro el ejemplar de la revista El Banquete que elegí no comprar hace unos días. Estaba ahí, como riéndose en silencio.

Martes. “El odio es el mensaje, y el odio ya cotiza en Wall Street hace rato” escribió Patricio Erb en Twitter.

Miércoles. La máquina de la antidemocracia es Internet. Un lugar bárbaro, salvaje, sin jerarquías, gobernado por ecuaciones y energía eléctrica. Democracia, romanticismo, modernidad, entidades duales, dicotómicas. En el futuro el suicidio va a ser un derecho democrático. Y los esclavos de esa Atenas venidera van a llorar, constantes, su vida de servicios forzados. Proyecto una novel experimental. Y ya sé, mientras tomo notas, que el proyecto en sí mismo es imposible de realizar y que el proyecto fallido, no otra cosa, es la novela.

Jueves. Paso por el Centro Cultural Conti y, de una mesa, levanto, de forma instintiva, un folleto con una foto de Ricardo Piglia. (Es la foto clásica en la que está con lentes, camisa sin corbata, contra una persiana de chapa.) Abajo de la foto dice “Homenaje a Ricardo Piglia.” Es un folleto de tres partes hoy es algo anacrónico. Tiene algunas frases de Piglia, una breve biografía, algunas imágenes. A través de la combinación y el diálogo entre los textos ensayísticos de Piglia y las transposiciones al formato historieta… El papel me generó cierta melancolía. No por el homenaje, que parecía institucional, sino por el lector que murió, por los recuerdos que tengo de la facultad, de disfrutar y aprender con sus libros. Pero ¿qué aprendí con Piglia? El abandono puntual de la ansiedad a la hora de la lectura y ciertos usos específicos de las formas.

Viernes. Sigo leyendo a Henry James. Escribo bastante en los márgenes de Otra vuelta de tuerca. La estupidez, llama magnética, ¿de qué está hecha? Hay ironía en que la estupidez sea más difícil de sondear y entender que la inteligencia. Margarita Martínez escribe en Facebook una frase atribuida a Kant: “Medimos la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar” y después agrega “aunque sin declamar, sin exigir, sin pedir resarcimiento, tal como Kant lo imaginaba.”