Lunes. Las mujeres -algunas mujeres- decidieron juntarse a luchar por su derecho a la histeria. Pero ¿la histeria es un derecho? Luchar por el derecho a gozar está bien. Pero ¿y si se goza en la histeria? Por no señalar la dulce tentación de la psicosis, qué peligro. Mejor sería pensar que tu histeria termina donde empieza la histeria de las demás.

Martes. Consejos para jóvenes escritores. ¿Quienes los dan? Se escuchan. Hago una breve lista: para escribir hay que vivir, para escribir hay que leer, para escribir hay que estudiar, para escribir no hay que estudiar, para escribir hay que escribir. (Este último consejo me resulta el más complejo.) Más allá de los mitos y los lugares comunes, creo que entender o intuir la forma de la dialéctica es lo que sirve. ¿Dónde y cómo la adquirimos? Un diálogo, el intercambio, tesis, antítesis y síntesis. Etcétera. Sin eso, se puede escribir e incluso se pueden escribir cosas interesantes pero es probable que la escritura suene hueca.

Miércoles. El límite de la democracia es el dinero. El desafío definitivo de la novela, la política. Y todas nuestras quejas son producto de nuestro envejecimiento.

Jueves. El dólar sube una vez más en la Argentina. Los liberales insisten en que hace falta más liberalismo. ¿Y cuando suba más? Más liberalismo. ¿Y cuando todo explote? Fue porque faltó liberalismo. Patricio Erb diría que intentan salir del pozo cavando. (Ye l pozo está en la Luna.)

Viernes. Casi diez años de The international donde un político italiano les dice a Clive Owen y Naomi Watts, los detectives del caso: “El valor real de una guerra, su verdadero valor, es la deuda que crea. Si controlás la deuda, controlás todo. ¿Los sorprende, no? Pero eso es la esencia misma de la actividad financiera, hacernos a todos, seamos naciones o individuos, esclavos de la deuda.” Me gusta porque, esta vez, la organización criminal no es la mafia sino un banco internacional. Y que esto lo diga un político italiano que cinco minutos después va a morir asesinado en público es enigmático y severamente romano. También me encanta que la escena de matanza y violencia sea en el Museo Guggenheim de Nueva York.